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El pasado viernes 4 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, María Fernández Ortiz recogió uno de los cuatro premios 'Mujeres con ... poder', que concede la Delegación del Gobierno en Extremadura a quienes destacan en su ámbito profesional o han firmado algún logro que contribuye a situar al colectivo femenino en el lugar que le corresponde. Si el acto se hubiera celebrado un día después, a Fernández le habrían hecho una faena, porque sus sábados perfectos pasan por el campo, sus perros y la caza. Ese es su mundo, en el que ha conseguido ya unos cuantos éxitos y el que le ha llevado a ser reconocida como un ejemplo del que tomar nota.
Nacida en Quintana de la Serena hace 33 años, María Fernández Ortiz estudió Veterinaria en la Universidad de Extremadura. Una elección lógica para alguien que se crio en una familia donde el campo y el ámbito rural forman parte del día a día. «Desde pequeña tuve claro que quería ser veterinaria –cuenta ella–. Porque los animales forman parte de mi vida desde siempre». «Mi familia me ha enseñado a comprender el campo y amar la vida rural», amplía la joven, que empezó a relacionarse con el sector cinegético gracias a su padre.
«Iba siempre con él a cazar, y también con mis dos hermanos, que son mayores que yo y son aficionados», explica Fernández, que en aquellas primeras salidas empezó a sentar las bases que ayudan a explicar el presente. «Cada vez que mi padre iba a cazar, yo le acompañaba –recuerda–. Ya entonces me llamaban mucho la atención el campo, la naturaleza, los perros... Y una vez que pude tener mi permiso de armas, empecé a cazar por mí misma, siempre acompañada por la cuadrilla de mi padre y sus amigos».
A aquella cuadrilla que empezó con seis o siete amigos se fueron sumando los hijos, como es su caso, y ya incluso algún nieto de aquellos primeros con los que ella compartió sus primeras jornadas entre escopetas. «Mi padre falleció, pero yo sigo cazando con su cuadrilla, con la que él salía al campo hace cincuenta años y en la que ahora estamos también hijos y nietos de aquellos primeros que la montaron», sitúa la veterinaria, que se siente orgullosa de haber sido capaz «de conservar el legado de nuestros padres y mantener la tradición que tanto les gustaba».
No ha olvidado Fernández la primera pieza que abatió. «Fue una perdiz en la sociedad local de cazadores de Quintana de la Serena», rememora la veterinaria, que de lunes a viernes está centrada en atender su clínica. Cuando termina su trabajo, se dedica a entrenar a sus perros, un setter inglés con el que sale de caza menor y un braco alemán que le acompaña cuando practica la modalidad de san Huberto.
Esta última consiste «en exhibir a campo abierto durante veinte minutos lo que sería una jornada de caza menor perfecta, intentando mostrar una simbiosis total con tu perro y respetando la naturaleza», explica ella. «El perro debe estar adiestrado de manera que sepa respetar el vuelo y el tiro y cobrar la pieza a la orden del cazador», amplía desde la experiencia de los años de práctica y con el aval de los éxitos cosechados en competiciones de esta variante. «Durante los veinte minutos que dura la prueba, tienes que abatir dos de las tres piezas que te ponen, y todo el tiempo hay dos jueces que te marcan en qué campo debes moverte y valoran cómo lo haces».
En el año 2019 quedó campeona de España de san Huberto, lo que le permitió participar en el campeonato mundial celebrado en Serbia, donde terminó en la quinta posición. Un puesto meritorio teniendo en cuenta que fue su primera experiencia con faisanes, una especie muy poco común en Extremadura. «Participar en el mundial –evoca– fue una experiencia bonita, porque aprendes a conocer cómo cazan en otros países, ves de cerca otras modalidades y sientes los valores de la caza».
En la modalidad de caza menor con perro también ha logrado María Fernández subir al podio, ya que fue tercera en el campeonato nacional en los años 2017 y 2021. A estos buenos resultados le ayuda la constancia en los entrenamientos. «A los perros los saco a que corran por el campo dos o tres días por semana, y salgo a cazar todos los fines de semana, si puede ser sábado y domingo», cuenta la veterinaria extremeña, que aprecia en la práctica cinegética «un conjunto de beneficios que van mucho más allá del acto de abatir una pieza».
«La caza –reflexiona– es una fuente de ingresos económicos muy importante, ayuda a mantener las poblaciones de especies cinegéticas y no cinegéticas, cuida de la naturaleza y es básica para el mundo rural extremeño».
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