¿Qué ha pasado hoy, 7 de febrero, en Extremadura?
Angélica (izda), su cuñada Liana, la madre de esta, Olena, y los dos niños, Román y Daniela, en la calle Mayor de Aljucén este jueves. C. J. V.
Ucranianos en Extremadura

Un viaje de 7.200 kilómetros hasta Aljucén para sobrevivir

Olena, una ucraniana que vive en Aljucén, al lado de Mérida, cogió el coche y, junto a su hija, atravesó Europa y fue a la frontera polaca para recoger a su nuera y dos nietos

Viernes, 11 de marzo 2022

Lo primero y prácticamente lo único que Angélica, de 30 años, balbucea en castellano es «muchas gracias». Lo repite en un par de ocasiones pero, la verdad, tiene pocas ganas de hablar. Su mirada irradia una tristeza infinita que solo desaparece cuando acaricia a sus ... hijos, Román, de 8 años, y Daniela, de 5. «Está bloqueada, está bloqueada», tercia su suegra, Olena, mientras la hija de esta, su cuñada Liana, cuenta como dejó Barcelona y se vino para Extremadura cuando Putin mandó a su ejército invadir Ucrania el 24 de febrero.

Publicidad

«Pensamos que había que ir allí y conseguir que vinieran a Aljucén, huyendo de la guerra. Mi hermano no puede porque es militar, pero había que pensar en los niños sobre todo», resume Liana. Una maleta de 20 kilos de peso, llenas con un par de camisas, blusas, pantalones y medicamentos fue el limitado equipaje que tomó Angélica al abandonar su casa en Kamianets-Podilski, dejar a su marido (también a su madre y hermana), y venirse con los pequeños a España.

Para ello tuvieron que sortear una salida nada fácil de Ucrania y un paso fronterizo, en Polonia, colapsado de refugiados y de desolación con la única esperanza de encontrar algo mejor en un país europeo... a expensas de tener que dejar parte de tu vida y de familia en un país en guerra. A estas alturas se calcula que dos millones de ucranianos se han visto forzados a dejar su casa y su territorio.

Sentadas en el salón de una casa de planta baja, en un pueblo de 250 habitantes a 10 kilómetros de Mérida, la familia reagrupada comparte vida ahora junto a Paco Javier, marido de Olena Valyarovska desde hace 20 años. Es el padre de Liana, de 20 años, y de Lidia, de 16 años, estudiante en el IES Saénz de Buruaga de la capital extremeña.

Publicidad

Portugal, el inicio

La historia de una vecina ucraniana en Aljucén, ahora más conocida que nunca, se inicia cuando Paco y Olena se conocen en Portimão, Portugal, cuando él trabaja con Ferrovial y ella de camarera. Una enfermedad hizo que el vecino de Aljucén se instalase definitivamente en su pueblo. De un primer matrimonio en Ucrania, Olena, a punto de cumplir 51 años, tiene a Volodímir, el marido de Angélica, y a Pablo.

Su ciudad es Kamianets-Podilski, en el suroeste del país. A unos 300 kilómetros de la frontera polaca. «Hace tiempo que no voy y me temo que ahora voy a tardar más, aunque allí tengo a mi madre», cuenta Olena antes de dar inicio al relato de cómo recorrieron 7.200 kilómetros, ida y vuelta, para recoger a su nuera y a dos nietos de una localidad polaca, Medyka, que alberga desde hace días a miles de refugiados que salen de Ucrania.

Publicidad

«Cuando Rusia inició la invasión hablamos mi hija y yo. También lo hicimos con mi hijo. No podemos comunicarnos mucho por la guerra pero lo hacemos de vez en cuando. Pensamos que lo mejor era que Angélica y los niños dejaran la ciudad, dejaran el país y a ello nos pusimos», narra.

«Me vine de Barcelona enseguida, llegué a Aljucén y nos cogimos el coche en dirección a Medyka, la frontera polaca donde íbamos a recoger a Angélica y los niños. El viaje fue fácil hasta Alemania pero a partir de ahí, y más cuando entramos en Polonia, nos encontramos con muchos controles. Los mismos que tuvo que pasar Angélica y mis sobrinos», indica Liana.

Publicidad

Angélica es costurera. Antes de la invasión rusa, trabajaba en una empresa textil propiedad de un empresario turco. Su marido, Volodímir, militar, lleva ocho años en tensión. «En Ucrania la guerra no es de ahora, llevamos ya ocho años en guerra», dice Olena. Se refiere a que el conflicto con Rusia se encendió en 2014 cuando Putin se anexionó Crimea y alimentó la separación de dos regiones ucranianas, Donetsk y Lugansk, con un peso importante de la población prorrusa.

Vuelta al colegio

«Es muy duro ver cómo está Ucrania. Un país occidentalizado, desarrollado, muy poblado, con ritmo de vida europeo. No nos han dejado seguir adelante», indica la ucraniana de Aljucén mientras se le corta la voz y suelta algunas lágrimas.

Publicidad

«Cuando decides que lo mejor es dejarlo pensando en los niños es porque la situación es tremenda. En mi ciudad no han caído bombas todavía pero la angustia es terrible por las alarmas de bombardeo. Siempre está gris el cielo. Y no me refiero al tiempo solo. Hablo de la vida en las calles, donde hay toque de queda, y en el casas, donde las familias apagan las luces para no dar pistas al invasor de que allí vive gente».

«No pensaba que fueran a invadir mi país. Nunca. No entraba en mi cabeza aunque la situación se iba poniendo peor desde hace algunos meses», agrega, tras la traducción de su suegra, Angélica. Recuerda como en un primer momento quiso quedarse en el país, para poder estar junto a su marido, aunque admitía que los niños salieran para evitar un peligro mayor. Sin embargo, su familia le mostró que los niños no podían estar sin su madre y que debía emprender un viaje hacia Extremadura, España.

Noticia Patrocinada

«No pienso más allá de cada día. Ni si podré ver a mi marido, ni si podré volver allí. Solo pienso en el día a día aquí», concluye. Su suegra avanza que quiere trabajar. «Extremadura, España han demostrado estar apoyando al pueblo ucraniano, ser muy solidarios. Toda Europa está con nosotros. Ojalá sea así siempre», matiza Olena mientras se le ilumina la cara, hasta suelta una sonrisa, cuando se le pregunta cuándo se escolarizarán Román y Daniela.

«El lunes 21 empiezan en el colegio de Aljucén (Pedro Prieto Gonzálvez, con apenas 10 pequeños en sus aulas). Y voy a ser la maestra-traductora», resalta con alegría. Vuelve así a su pasión, al que fue su oficio. Olena fue maestra durante 13 años. Después empezó a trabajar en una agencia de viajes. Y después se instaló en España huyendo de un marido ucraniano que la maltrataba. «Mi vida no ha sido fácil pero aquí estoy», concluye.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.

Publicidad