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Solitario y de rutinas muy marcadas. Esas son las dos características en las que coinciden familiares y vecinos de Vicente Sánchez Rivero, el hombre de 79 años desaparecido en Hinojal. El día 30 se denunció su desaparición y desde entonces ni rastro de este ... hombre moreno y de 1,65 metros de altura.
No se llevó el móvil, dejó la dos puertas del corral abiertas de su casa situada en el número 76 de la calle Laguna y la cama sin hacer, aspectos que hacen temer en el pueblo que «ha podido pasar lo peor».
Son conductas que se alejan de la manera habitual de actuar de Vicente. «Él es una persona muy suya y de sus rutinas. Paseaba un poco, pero no se metía en caminos porque le daban miedo las vacas. Apenas se salía del pueblo. Se tomaba alguna cerveza en el bar y lo más lejos que viajaba es a Cáceres en el coche de línea por las mañanas. Por la tarde ya se metía en casa», relata Tirsa, hermana del desaparecido. «Si iba a Cáceres no dormía fuera», añade.
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Su sobrino Javier Flores comenta lo mismo. «Se levantaba y a primera hora de la mañana iba a tomarse un café. Si ya era la una se tomaba una cerveza, luego se metía en casa, comía y si era invierno ya no volvía a salir. Si era verano quizás daba una vuelta por la tarde». Solía frecuentar el bar Géminis, de Hinojal.
En la capital cacereña, iba habitualmente el centro comercial Ruta de la Plata y «dos o tres bares que le gustaban», comenta el sobrino de Vicente. «También aprovechaba para echar la quiniela y regresaba en el mismo coche de línea o con alguien del pueblo porque él no tiene carné de conducir», añade.
La parada de autobuses está a escasos metros de la casa de Vicente, que estuvo viviendo con su padres hasta que fallecieron hace 20 años.
No tiene hijos, pero sí cinco hermanos (uno de ellos falleció) y de su vida laboral poco ha trascendido. «Hizo algunas peonadas que otras, pero poca cosa», cuentan en su entorno, que coinciden en que era una persona «bastante solitaria».
Su sobrino Javier apunta que «siempre solía ir solo y como mucho se juntaba con alguien en el bar». Dice que conocía a todo el mundo, pero no tenía ni amistades muy cercanas ni enemigos. «Su vida era muy solitaria y sencilla», añade.
En todo el pueblo saben que le tocó la Lotería y coinciden en que «enseñaba mucho el dinero e incluso algunos vecinos le decían que no anduviera por ahí con tantos billetes».
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