![Villasviejas, el poblado bajo el suelo de Botija](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/08/11/193590924--1200x840.jpg)
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Victorino Mayoral va al símil de la medicina con los TAC, las resonancias o las radiografías para explicar el trabajo que han hecho en Villasviejas: ver desde fuera, sin intervención alguna, lo que hay en el interior. Diferenciar músculos y órganos con precisión.
Pues con teledetección geofísica, fotografías térmicas y otros instrumentos sobre el terreno han reconstruido por completo en el Instituto de Arqueología de Mérida el poblado de Villasviejas del Tamuja. Desde la superficie ven lo que fue este asentamiento habitado desde el V al I a. C. que está bajo tierra. Arqueología no invasiva.
En el proyecto de investigación participan también la Universidad de Extremadura y el Ayuntamiento de Botija, muy implicado en la promoción del yacimiento.
Villasviejas del Tamuja es una zona arqueológica enclavada en su término municipal. El recinto lo forman un poblado amurallado y varias necrópolis que los arqueólogos fechan en la segunda mitad del hierro.
Los estudios han documentado también que su pico de desarrollo urbanístico máximo fue al final, entre el II y principio del I a. C. En esta horquilla temporal, tenemos en Villasviejas un gran poblado con dos recintos, una superficie de siete hectáreas y una población muy densa. Llama la atención el sistema de fosos y murallas como sistema defensivo.
Empezó a investigarse en los años setenta del pasado siglo, sobre todo por Francisca Hernández, profesora de la Universidad Complutense. Publicó varios trabajos de excavación en el poblado y en la necrópolis. Y sobre ese legado tomó el relevo el Instituto de Arqueología de Mérida en 2016. En el Instituto estaban investigando en ese momento las aplicaciones arqueológicas de la prospección geofisícia y la teledetección. Y el castro de Villasviejas podía ser un laboratorio donde ver la posibilidades de estos métodos de trabajo científicos alternativos a la excavación habitual. La geofísica no invasiva ha sido fructífera y ha abierto una nueva etapa de investigación en el castro.
A través de los planes regionales y nacionales de I+D y han ido profundizando en el recinto y tienen hoy datos concretos sobre el urbanismo que sigue el poblado o las estructuras de las viviendas.
Este nivel de detalle que conocemos hoy, explica Mayoral, no se podía saber porque no se había excavado en su extensión. Y tiene ahora el público más material para entender mejor cómo era el poblado.
La reconstrucción que vemos hoy es el resumen visual de todo el trabajo científico sobre el subsuelo. Plasmar en una serie de imágenes que aspecto tendría el yacimiento a partir de toda la información.
No es algo inventado, aproximado o estimado. Es real. La suma de todas las piezas del puzle para formar la reconstrucción.
El material que han generado en la investigación sirve también para facilitar la visita al yacimiento y dar contenido al centro de investigación que ha abierto el Ayuntamiento de Botija. Es muy recomendable visitarlo por la información tan precisa que se lleva el visitante.
Esperan ahora la financiación para mejorar el recinto e incorporar todos los datos arqueológicos a la visita turística.
El castro abarca un área arqueológica muy extensa. Y las excavaciones hasta ahora apenas han desenterrado un 2%. Lo más relevante de esta apuesta por la prospección geofísica es que se puede conocer y revalorizar el yacimiento sin excavar en grades extensiones de terreno. De ahí el interés por estos procedimientos de arqueología no invasiva.
Se encuentra Villasviejas junto a la ribera del río Tamuja, dentro de la dehesa boyal y bajo un encinar muy antiguo. En un paraje atractivo y accesible. A veinte minutos de Cáceres y desemboca allí una pista amplia.
Lo que se ve ahora al pisar el terreno son algunos tramos de fosos y murallas, pero sumando el legado previo de la profesora Francisca Hernández y los trabajos últimos del Instituto de Arqueología de Mérida, el visitante tiene una idea completa de lo que tiene bajo los pies. De cómo era este núcleo, sus calles, su relevancia en el territorio y el papel histórico de jugó en el entorno.
La conclusión principal de Victorino Mayoral es que estamos ante un asentamiento representativo para entender el surgimiento los grandes núcleos urbano previos a la fundación de Cáceres como colonia romana y para entender también la transición del mundo indígena al romano.
El contexto histórico es el final de la república romana y en la zona que hoy ocupa Extremadura y parte de la península se vive una guerra civil entre dos facciones de la aristocracia romana. Destaca en este periodo Sertorio, un general romano que usó esta ribera como base de apoyo en esa guerra civil. Ya hay testimonios de ese conflicto, como el campamento de Cáceres el viejo. Villasviejas pudo ser uno de los lugares en los que se instalaron los contingentes militares que participaron en esa guerra.
La arqueología confirma –según concluye Mayoral– que en esa fase final de ocupación hay una presencia militar romana en Villasviejas. Las prospecciones y las excavaciones han reconocido edificios vinculados a barracones de alojamiento de las tropas, zonas de almacenaje. Y la propia construcción de un recinto defensivo tan imponente explica la militarización del lugar.
Tenemos, por tanto, un castro habitado en un primer momento por la población local y luego una ocupación tardía por el conflicto bélico.
En la ubicación del castro influyen varios factores. El entorno natural, por ejemplo. El río Tamuja hace una curva y ejerce de defensa natural frente a ataques de otra comunidades.
Y también hay elementos históricos que lo hacen singulares. En toda la zona del Tajo se han documentado decenas de castros, pero el de Villasviejas destaca porque hay varias minas en el entorno. Y ahora se discute si en esa época final se explotaba el cobre. La desaparición y el abandono se fecha en la época ya del imperio romano. Coincidiendo con el desarrollo de la Vía de la Plata.
La gran calzada romana deja a un lado Villasviejas y enlaza dos ciudades que no existían durante el esplendor de Villasviejas: Mérida y Cáceres. Perdió la relevancia estratégica por las nueva comunicaciones que impulsó la vía de la plata. Hay evidencias de una destrucción violenta por la guerra de Sartorio, pero tras ese momento violento también hubo ocupación. Su abandono, por tanto, no fue repentino y solo por el asedio. Fue un abandono progresivo y olvidado. Como investigador de la geofísica a la arqueología, para Victorino Mayoral, lo más relevante es que Villasviejas se ha convertido en un enorme laboratorio de experimentación con sistemas de estudio del subsuelo. Y han dado con datos muy claros y fiables sobre cómo son la construcciones ocultas. Se saben por donde van las calles, si hay construcciones domésticas o almacenes y han completado el recorrido de las murallas que inició la profesora Hernández. En superficie se ve un paisaje de dehesa. Con su cercado y sus campos de cultivo, pero por debajo está todo el asentamiento urbano con sus calles, sus manzanas y sus edificios. Han conseguido recomponer el puzle.
No es un sitio, aclara Mayoral, que se haya descubierto ahora. Ya se sabía con certeza el perímetro y la cerca amurallada con sus fosos. Pero el 99% de lo que había de las murallas hacia dentro era un interrogante. Era como mirar por una cerradura y ver solo una parte de la propiedad. Ahora han abierto la cerradura.
Han utilizado, por ejemplo, cámaras térmicas que registran cambios en la temperatura del terreno. Los resultados fueron espectaculares. En una foto normal se ve un prado, pero al incorporar un sensor que capta el infrarrojo térmico, se detecta los muros a poca profundidad.
La temperatura y la vegetación también aportan datos. La humedad y el desarrollo de la planta sobre una estructura cambia según la estructura en la que brotan. El contraste sirve para identifican el recorrido.
Con aparatos geofísicos rastrean el terreno y diferencian también las propiedades de los materiales enterrados. «Villasviejas ha destacado porque todos las técnicas de exploración han funcionado muy bien», concluye Mayoral. De ahí la apuesta del Instituto de Arqueología por combinarlas y por explicarla al resto de la comunidad científica su uso.
Han registrado información que de otra forma hubieran tardado generaciones excavando. Un yacimiento tan grande como el de Villasviejas traspasa vidas académicas. Francisca Hernández llegó allí en el 69 para hacer su tesis y dedicó toda su vida a estudiarlo. Y ahora, con el material del Instituto, hay tanto por tratar que seguramente vendrán otros investigadores.
Lo importante para el Instituto es dejar un legado amplio, que los resultados arqueológicos trasciendan al público más allá del circuito arqueológico y se multipliquen las visitas al pueblo.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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