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Antonio J. Armero
Cáceres
Lunes, 1 de febrero 2021, 07:11
Ocho de los diez pueblos extremeños que más habitantes han perdido en lo que va de siglo son cacereños, según los últimos datos del ... Instituto Nacional de Estadística, que certifican que el declive demográfico que sufre la región no afecta por igual a todo su territorio. De esa decena de localidades que encabezan la lista de municipios en regresión, tres pertenecen a la Sierra de Gata (Descargamaría, Robledillo y Villamiel) y otras tres a la de Villuercas-Ibores-Jara (Carrascalejo, Campillo de Deleitosa y Alía). Las cuatro restantes hasta completar la decena son Valdecañas de Tajo, Casares de las Hurdes y las pacenses Peñalsordo y Sancti-Spíritus. Esta última está en La Siberia –y la otra al lado–, donde se ubican cinco de las diez poblaciones de Badajoz que más han visto menguar su padrón.
«Las tres zonas tienen un número importante de municipios pequeños, que son los más envejecidos y en los que la expectativa de crecimiento es menor porque no hay relevo generacional», apunta Julián Mora, profesor de Ordenación del Territorio en la UEx. Además, añade el experto, hay otros dos motivos que ayudan a explicar por qué son municipios de estas áreas y no de otras los que más población pierden. «Uno es su ubicación periférica dentro de la región, que deriva en dificultad para acceder a un núcleo urbano próximo que ofrezca más servicios», explica el experto. «La proximidad a localidades con más servicios –abunda– amortigua la pérdida de población, por eso los municipios más cercanos a Cáceres, Plasencia, Coria o Navalmoral no se despueblan tanto como otros distantes de estos núcleos con más dotaciones». «Y la otra causa es la orografía, el hecho de asentarse sobre suelos pobres para la producción agropecuaria», añade el profesor extremeño, para quien en todos los casos se trata de «pueblos exangües, que viven procesos de inanición».
La lista de los diez que más se han despoblado en las dos últimas décadas la lidera Valdecañas de Tajo, que en veinte años ha perdido al 63% de sus vecinos. Tenía casi 300 al comenzar el siglo y ahora supera por poco los cien, según el INE. «El principal motivo de este descenso es la falta de trabajo», sitúa Faustino Herrero, alcalde por el PP. «Antes –amplía–, la central nuclear de Almaraz empleaba a más gente, porque hacía más paradas y eran más largas, y la agricultura y la ganadería daban empleo también, pero el campo está ahora mismo abandonado». «Si queremos corregir esta situación –propone el regidor de Valdecañas de Tajo–, necesitamos que las administraciones miren más por los pueblos pequeños, que estamos abandonados. No puede ser que sea igual de difícil hacerse una casa en Madrid que aquí. O las pegas que ponen para que abran industrias. Necesitamos leyes menos estrictas».
En la provincia de Badajoz, el que más ha visto encoger su censo ha sido Sancti-Spíritus, que superaba los 300 al inicio de esta centuria y ahora suma 165. «Aunque es cierto que ha fallecido mucha gente, aquí lo que ha pasado es que el anterior alcalde, para ganar las elecciones inscribió en el padrón a gente que no vivía en el pueblo, y a partir de que ganamos nosotros, en el año 2007 (en ese ejercicio el censo subió de 233 a 253 vecinos, pero en los siete años anteriores registró pérdidas), muchos de ellos se dieron de baja en el censo, de manera que la cifra actual se ajusta a la realidad, mientras que la del año 2000 estaba inflada», asegura Manuel Moralo, alcalde por el PSOE. Más aún: él espera que para el próximo año, el dato oficial supere al actual. «Porque hace un año que abrimos una residencia de mayores, con 26 plazas y que ha dado empleo a 12 personas».
FAUSTINO HERRERO | ALCALDE DE Valdecañas de Tajo
«De todas formas, aquí vive más gente de la que dice el INE, porque muchos son jubilados que siguen empadronados en Madrid o Barcelona pero pasan la mayor parte del año aquí», asegura el regidor de Sancti-Spíritus, que está en La Siberia, la zona de la provincia más castigada por la despoblación. En ella están la mitad de las diez localidades pacenses que más vecinos han perdido. Son, además de Sancti-Spíritus, Risco, Villarta de los Montes, Baterno y Castilblanco. Las otras cinco son Peñalsordo, Zarza-Capilla, Valencia de las Torres, Orellana de la Sierra y Malcocinado.
«Lo que necesitamos en La Siberia para luchar contra la despoblación son buenas coberturas de telefonía móvil e Internet, con unas redes de fibra modernas», opina Manuel Moralo, que asegura que «si las tuviéramos, tendríamos aquí gente teletrabajando, porque ya nos han preguntado varios».
En Descargamaría, el segundo pueblo extremeño al que peor le ha ido en este siglo (tiene 116 vecinos, un 60% menos que al iniciarse la centuria), el diagnóstico es crudo. «Hemos perdido tanta población porque ha fallecido mucha gente mayor, algunos años ocho y nueve personas, y no nacen niños porque no hay gente joven», comenta José María García, alcalde por el PP. «Veo difícil encontrar una solución, la verdad –continúa–. Hemos hecho talleres de empleo y hemos tenido a la gente trabajando, de forma que teníamos pleno empleo en el pueblo, pero es que en Descargamaría no hay más de diez o doce personas en edad laboral». Él mismo es un ejemplo de cómo están las cosas en su pueblo: durante años trabajó en él, en un aserradero donde se fabricaban palés, pero la crisis le obligó a cambiar de trabajo y vive en Salamanca desde hace 16 años. Y como él, otros muchos.
Un tobogán. Demográficamente hablando, eso está siendo el siglo XXI para Extremadura, que en la primera década ganó 37.800 habitantes y en la segunda perdió 43.233, según el INE. Visto de otra forma: pasó de crecer un 3,5% (un dato lejano al 16% de incremento en España y solo mejor que el de Asturias, Galicia y Castilla y León) a encoger un 4% (la tercera peor cifra del país). La comunidad no gana habitantes desde 2011, y suma ya nueve ejercicios seguidos de caída.
«El punto de inflexión es la crisis del año 2008, que Extremadura empezó a notar a partir de 2011», aclara Julián Mora, profesor de Ordenación del Territorio en la UEx. «Hay una relación evidente entre demografía y economía –añade–. En la primera década de este siglo, el Producto Interior Bruto regional se acercó al nacional, pero la crisis marcó el inicio del proceso contrario, y en vez de converger con el país, empezamos a alejarnos de él, de tal modo que ahora, nuestro PIB está a la misma distancia del español que al empezar el siglo». «Hemos perdido veinte años –concluye Mora–, en lo demográfico y en lo económico».
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