El profesor de la Universidad de Extremadura Gabriel Moreno es uno de esos jóvenes (tiene 31 años) que despuntan en esta comunidad autónoma. Antes de cumplir los 30 se hizo con una plaza fija en la UEx, ha escrito cinco libros y más de 30 artículos académicos. Fue el primero de su promoción y ahora es una voz autorizada en su ámbito, el Derecho Constitucional. Su trayectoria profesional avala a este académico que siempre ha querido trabajar en Extremadura y lo ha conseguido. «Mi familia y mi tierra están aquí», dice este lector empedernido que también estuvo dos años formándose fuera de la región en Alemania, Inglaterra, Brasil, México y Portugal.
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–¿Cree que en Extremadura debe fomentar más el retorno del talento?
–Sí, porque la Universidad de Extremadura egresa todos los años a cientos de chavales muy bien preparados que luego tienen que lamentablemente irse fuera de la región a encontrar trabajo o incluso seguir su carrera académica o investigadora. Cuando eso sucede el gasto y la inversión ya se ha producido aquí. Por eso hacen falta programas serios de retorno bien dotados presupuestariamente. Y eso no se puede hacer con los salarios que se han ofrecido hasta ahora, sino que deben ser altos o por lo menos equivalentes a lo que podrían ganar en otra región.
–Está en contacto directo con estudiantes todos los días. ¿Cómo definiría a esa nueva generación que dentro de unos años se adentrará en el mercado laboral?
–Es un clásico achacar los problemas a las generaciones que están llegando ahora, es decir, demonizar a la juventud. Es cierto que hay que despertar en ellos las ansias de conocimiento y para eso los profesores son esenciales. Lo que sí hemos notado los docentes es que se ha reducido la capacidad de concentración como consecuencia del uso constante de las nuevas tecnologías. La Universidad tendría que ser un espacio de desconexión para aumentar esa capacidad de concentración.
–Es decir, que es partidario de eliminar los móviles en el ámbito educativo.
–Sí. Ya vivimos hiperconectados fuera de los centros docentes, así que los centros educativos deben ser espacios de desconexión, reflexión, debate y empatía. Ahora se está perdiendo la capacidad de conversar y de mirarse a la cara, que es donde se desarrolla la empatía. Detectamos que cada vez es más complicado, por ejemplo, que hagan trabajos en grupo porque no están acostumbrados a relacionarse.
–¿Cómo se imagina el mundo de Internet y la redes sociales dentro de diez años?
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–Hay que aceptar las nuevas tecnologías, pero ponerles cinturones de seguridad y hasta el momento no hemos sido capaces de hacerlo. Necesitamos crear mecanismos de autocontrol para que el propio usuario se dé cuenta de hasta dónde se puede llegar con la inteligencia artificial, la manipulación de las voces o de los gestos. Creo que la inteligencia artificial va a ser un problema muy intenso en la universidad a la hora de redactar trabajos fin de grado. Hemos notado trabajos hechos con inteligencia artificial, que al final tiran de conectores y fórmulas muy formales de redacción que no usan los alumnos. Yo ya hago todas mis prácticas en el aula y a mano. También he notado que las redes sociales están cada vez más restringidas al uso de imágenes y se está abandonando mucho la cultura de la palabra, que es lo que permite la reflexión y el sosiego.
–También dentro de diez años, el Diario HOY cumplirá un siglo. ¿Cómo es su relación con este periódico y la prensa en general?
–En casa siempre hemos leído la prensa escrita y con el salto digital me hice suscriptor del HOY y de El País. Entiendo que cada vez más gente se suscribirá a la prensa porque sin ella no puede haber democracia, aunque el proceso será gradual a pesar de que cuesta lo que valen dos cervezas. El problema es que se ha habituado a la gente a leer la prensa de forma gratuita. Vivimos en una realidad cambiante y la prensa tiene un hueco en ese espacio de reflexión que se aleje de las tendencias del 'clickbait'.
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–Trabaja en la universidad, participa en congresos, es columnistas en varios diarios y ha hecho el doctorado en el departamento de Derecho Constitucional, muy relacionado con la política. ¿Se ve entrando en ese ámbito?
–Tengo vocación por intentar cambiar lo que está a mi alrededor y creo que la política es el mejor instrumento para hacerlo. Es prácticamente el único. La democracia no es solo votar cada cuatro años, sino también participar intentando ser un representante político. Tengo vocación por lo público desde que soy pequeño. Recuerdo que ya cuando era un enano iba con un megáfono por el pueblo diciendo que 'por orden del señor alcalde se cortaba el agua'. Para mí, por ejemplo, el Ayuntamiento es algo casi sagrado. De hecho, siendo muy pequeño el alcalde de mi pueblo me mandó una carta que todavía conservo hablando de la importancia del alcalde y que ojalá fuera, llegado el momento, representante público. Esa vocación por lo público la tengo, aunque ahora no es el momento porque estoy en varios proyectos de investigación. Ahora mismo estoy centrado en las personas que están haciendo conmigo el doctorado y quiero que ellas a su vez se relancen en la carrera académica.
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–También está inmerso en proyectos de investigación.
–Sí, uno en el que estudio la administración local y cómo reformándola se puede afrontar el reto demográfico. Mi preocupación por mi zona, La Raya, Valencia de Alcántara y Extremadura, la traslado al ámbito académico. Se basa en estudiar cómo desde el Derecho, las instituciones y cambiando las normas y los procedimientos se puede vertebrar mejor Extremadura y España.
–¿Y qué se puede hacer para Extremadura y sus pueblos dejen de perder población?
–Hay que abandonar el modelo radial en torno a Madrid, que ha perjudicado mucho la cohesión interna de España. Que todo parta y llegue a Madrid es un error de base. Hay que distribuir algunas administraciones públicas muy concentradas en determinadas capitales, reformar el sistema de financiación autonómica y el local o potenciar el municipalismo y la cooperación intermunicipal.
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–¿Cómo se imagina Extremadura dentro de diez años?
–Espero que siga siendo verde y muy concienciada con el cambio climático. Hay que pensar estrategias de adaptación a las altas temperaturas, con políticas medioambientales y el futuro del regadío ante situaciones de escasez de agua permanentes. También me gustaría tener una Extremadura económicamente fuerte. Y todo eso puede ser compatible con un equilibrio y huir de posturas radicales en uno u otro sentido. La industria, la economía y la empresa deben tener un papel fundamental en el despertar de Extremadura y creo que ya hay proyectos encima de la mesa que ojalá dentro de diez años sean una realidad. Ese futuro también debe pasar por una mayor cohesión interna entre nuestros municipios y entre el mundo rural y urbano. Que no todo se concentre en Badajoz y en el eje Mérida, Don Benito y Villanueva. Hay que pensar en el norte de la provincia de Cáceres, históricamente muy olvidada, en el este de la región y en el oeste de Cáceres. Se pueden atraer nuevos inversores, turismo de calidad en el medio rural e incluso gente que venga a vivir a Extremadura, que la vea como una tierra con calidad de vida y una buena conexión a Internet.
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–¿No tiene la sensación de que este es un debate constante, pero no se materizalizan cambios reales?
–Ya han cambiado cosas, pero muchas veces no somos conscientes. La Extremadura de hoy no tiene nada que ver con la de hace 40 años. Hay que ser conscientes de dónde venimos. Cuando accedemos a la autonomía muchos pueblos no tenían ni agua potable ni un tendido eléctrico adecuado. Extremadura ha cambiado mucho y a mejor. Lo que se observa es que mejoramos en términos absolutos, pero no en relativos respecto a otras comunidades. Eso sí, tampoco tenemos que vivir obsesionados con esa comparación. El principal reto que tiene Extremadura es el demográfico. Solo hay que ver la población que se pierde. También hay quien pudiendo quedarse no lo hace y quieren irse. Y eso es un problema cultural. Se nos ha vendido la idea de que el éxito está fuera y eso es un tremendo error. En las grandes ciudades pasas más desapercibido y eres uno más, pero si tienes un valor que defender quizás tu oportunidad esté aquí y ser protagonista en tu tierra.
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