A. Gilgado
MÉRIDA.
Jueves, 19 de diciembre 2024, 07:25
Cuenta Abraham Samino que lleva dos años con su proyecto. Empezó a hablar con la soprano María Espada y le planteó un repertorio para ... un recital en tres bloques. Una parte francesa, otra alemana y la última en ruso. Con todos los compositores conocidos: Strauss, Debussy, Rajmáninov, Schubert... Fue moldeando las ideas, la música y surgió El Bosque. Abraham está al piano, pero también diseñó la puesta en escena. Se sale de lo habitual. No verá el espectador a un pianista y a la cantante en el escenario. Lo envuelve todo un montaje visual con imágenes de animación que van contando al espectador la trama de la pieza. «Es una propuesta integral, accesible para todos», explica.
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El viernes a las ocho se estrena en el María Luisa. El concejal de Cultura, Antonio Vélez, adelanta que el teatro se va a llenar porque quedan muy pocas entradas. Se suma en este recital el público que sigue desde hace tiempo al pianista Abraham Samino y las ganas de escuchar en Mérida a la soprano María Espada. «Llevo treinta años haciendo conciertos y en Mérida nunca he venido contratada. Ya pensaba que me iba a retirar sin cantar en mi ciudad. Y ahora aparece esta oportunidad». Satisfecha por la propuesta encara el estreno.
El relato visual se cuenta en un bosque y los espectadores verán a la protagonista en un viaje emocional según van sucediéndose las piezas.
El guión y la dirección de Samino se complementan con las ilustraciones de Susana Santos, las animaciones de Carlos Lucas y la iluminación de Rubén Camacho. «María es una persona muy discreta, pero tiene un carrerón impresionante como cantante. Y nunca había hecho un recital completo aquí. Para mí es un honor y un privilegio», explica.
Cada bloque se centra en una temática y la composición musical irá acorde a la narración visual. El espectador escuchará ruso, alemán o francés, pero sabrá en todo momento lo que cuenta cada pieza.
«Es un proyecto novedoso. He hecho muchos recitales de piano desde hace treinta años, pero se rompe aquí la seriedad de un piano y una cantante. Se sale de lo habitual y va atrapar mejor a la gente», vaticina la soprano.
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No esconde la ilusión por cantar en el María Luisa y de hacerlo además junto a Abraham, el hijo de una antigua compañera de coro. Hacer un dúo, advierte, no es fácil. Cuesta llegar a la complicidad que exige el repertorio. «Nosotros nos entendemos y esa confianza ya la tenemos, por eso esto es también diferente».
Más que emoción por subirse por fin al María Luisa, habla de responsabilidad e intensidad de estos días previos. Cuando viene a Mérida, mucha gente le preguntaba por la calle cuándo actúa aquí. Y luego están sus padres, mayores ya para viajar a escucharle a otros teatros lejanos. O el resto de su familia y los amigos que llevan años sin verla encima del escenario. «Es inevitable que no resulte emotivo, pero por encima de todo es tá la responsabilidad», sentencia.
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