Sabed primero que Cayo Marcio es el mayor enemigo de la plebe. Un perro para el pueblo. Si lo matamos, tendremos trigo al precio que queramos.
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Vive Roma un tiempo de lucha de clases. Los ricos patricios que nadan en la abundancia y los pobres ... plebeyos besan las piedras. Nuestra hambre es el reflejo de su abundancia, gritan.
La versión que hace Antonio Simón y Juan Esperilla con Roberto Enríquez como Coriolano es un manual para el perfecto manipulador.
Pasan por el Teatro Romano vendepatrias, miserables, traidores y envenenadores. Y ya se sabe que Mérida no honra traidores. Acaba mal Coriolano.
Pero antes le vemos pelear, gritar, desgañitarse, enloquecer, llorar y hasta cantar. Sí cantar.
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Se desliza mil veces por el rombo en forma de tablero que ocupa el escenario. Hambre de pan y sed de venganza destila el texto. Hay un primer momento bélico en el que se convierte en orgullo de Roma al militar republicano que mata por su patria. Y un escenario político. Con el noble Menenio Agripa interpretado por Manuel Morón. Fácil asociar al senador romano con el discurso político que consumimos hoy. O a los tribunos de la plebe.
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Torrijo y Juan Díaz. Mucha demagogia en Bruto y Sicinio. Servirse del pueblo para engañar al pueblo. Por eso no encaja Coriolano en este mundo lleno de máscaras políticas. Tan soberbio como transparente. Un militar que aborrece a la plebe. Basura que merecen ser gobernados con mano de hierro.
Posiciones enfrentadas nos presenta Shakespeare. La manipulación de la clase dominante o la plebe como una clase poco preparada, voluble y fácil de manipular. Cuidado con la soberanía popular nos está diciendo.
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Y en este montaje que se estrenó en el Romano exprimen al máximo esta versión disolvente los tribunos Torrijo y Díaz.
Prácticamente juntos las dos horas de montaje. Interactúan con el público como voncingleros micrófono en mano, salen por las gradas, entran por la orchestra y se van por el escenario.
Casi siempre con una copa en la mano. Con traje de chaqueta y corbata. Siguiendo el canon del señor diputado que no hace nada por nadie.
Tiene esta función varios momentos cumbres. La lucha de espada entre Coriolano y Aufidio. Al guerrero volsco le pone voz y carácter Javier Lara. Como tantas veces ocurre en las tragedias griegas, los diálogos entre los dos antagonistas pivotan del amor y el odio. Y hasta el deseo sexual emerge en algún pasaje.
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Emotivos también los diálogos entre Cayo Marcio con su madre. Volumnia, madre de Cayo Marcio es el personaje más engrandecido de la obra. Y le saca partido Carmen Conesa. Desde el principio. Cuando ejerce de tutora manipuladora que prepara a su hijo para la política. Y también en el final. Doliente víctima. Destroza tu patria o destroza el vientre que te engendró. Doblega la voluntad de su hij con chantaje emocional. A Roma la salvaron las mujeres.
Y como toda función guarda una sorpresa, quizás ese rol recae esta vez en María Ordóñez. La esposa de Coriolano. Llora y canta. Y el espectador se queda con ganas de escuchar más su 'llorona'.
La obra empieza cuando Cayo Marcio guerrea toma la ciudad de Corioli casi en solitario. Por eso le ponen el sobrenombre de Coriolano.
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Le espera un regreso triunfal a Roma para ser cónsul. Pero le sobra soberbia y habilidades sociales para trtar con la plebe. Ya se encargan Bruto y Sicinio de intoxicar al pueblo en su contra. Le obligan a pedir el voto, casi a suplicarlo y luego lo acusan de traición. Anoche le preguntaron al público si le daban el voto. No se lo dieron.
Llega otro pasaje relevante con el Coriolano de Enríquez: la despedida de la Roma por la que luchó y casi murió. Petate en mano y con lágrimas se va. Y se alía luego con los volscos, sus acérrimos enemigos para vengarse del desprecio de Roma.
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Volumnia, su madre, y Virgilia, su mujer, le piden en las puertas de Roma que desista. Finalmente, no invade Roma firma un acuerdo favorable a los volscos y humillante para Roma. Un hombre de guerra que finalmente trata de vivir en paz. Pero le acusan de traición al traidor. Y Emerita Augusta no honra traidores.
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