Voluntarios preparan las mesas del comedor social antes de que lleguen los comensales. BRÍGIDO

El comedor social de Mérida reabre con material desechable y sin ropero ni ducha

Hay menos voluntarios que van a ayudar por el miedo a contagios, aunque las necesidades están totalmente cubiertas

Viernes, 10 de julio 2020, 08:12

El comedor social retomó el pasado lunes su servicio de comidas que tuvo que suspenderse con el inicio de la crisis sanitaria. Un acto de valentía y solidaridad por parte de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias de Jesús Nazareno y los voluntarios que atienden a quienes no tienen acceso a un plato diario de comida.

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«El comienzo ha sido muy bueno y los comensales se portan muy bien, son muy buena gente y estamos muy contentos. El primer día vinieron 15 personas, el segundo 19 y el miércoles 20. Se va corriendo la voz y cada vez vienen más», indica a HOY Magdalena Muñoz Arévalo, que está acompañada por África Reseco, que es trabajadora social. Esta aseguran que cuentan con la ayuda de un grupo «maravilloso» de voluntarios.

La apertura se ha hecho siguiendo todas las medidas de seguridad e higiene sanitaria contra la covid-19. Por eso, antes de entrar, a todos los usuarios se les toma la temperatura, se les guía para que se hagan una limpieza de manos correcta y se les enseña a saber usar gel desinfectante.

Una media de 20 personas han acudido a comer durante esta semana, a los que también se les da una bolsa para la cena

El comedor es atendido actualmente por cuatro voluntarios al día que echan una mano e invierten su tiempo en ayudar a los demás. Una labor encomiable que ahora ejerce menos gente debido a la pandemia actual, pero que no merma en ningún momento el servicio prestado. «Como la mayoría de los voluntarios son de la tercera edad, hay personas que, para prevenir posibles contagios entre sus familiares, no vienen. Es totalmente comprensible pero no pasa nada».

De todas formas, desde que han reabierto reconocen que tienen menos trabajo que antes. De hecho, una de las tareas que antes hacían y que ahora ya no hace falta es el lavado de la vajilla con la que comen los usuarios. Ahora, como las bandejas donde se sirven las comidas y los platos y cubiertos son todos desechables, se ahorran esa labor y necesitan menos gente para atender. Algunos de ellos proceden del centro de transeúntes Padre Cristóbal que, según Magdalena, está cerrado en la actualidad por la situación sanitaria.

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Esta indica además que, durante el confinamiento, no ha faltado el envío de alimentos a los domicilios. Se les entregaba un primer y segundo plato, sin postre.

Sin embargo, ahora en el centro el menú ha mejorado y se les pone de comer, por ejemplo, de primero un plato de lentejas, un segundo con albóndigas y de postre turrón, que todavía sobra de la pasada Navidad. A los usuarios también se les da una bolsa que contiene una lata de atún, pan, una fruta o yoghurt y algo de embutido. Toda la comida procede de un catering, ya que allí, por ahora, no pueden manipular alimentos.

Sin duchas ni ropero

Por el mismo motivo, por la pandemia, no se ha puesto en marcha el servicio de duchas y ropero. «Las duchas las hemos suspendido de momento, porque se pueden correr riesgos. Y tampoco tenemos en marcha por ahora la recogida de ropa. No tenemos personal suficiente para que separe la ropa por sexos y tamaño. Y nos da mucha pena porque sabemos que más adelante la vamos a necesitar», indica.

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Por eso, el contenedor que tienen en el exterior del comedor lo tienen clausurado, para que nadie pueda dejar ninguna prenda.

«Yo le pido a Dios con todo mi corazón que esta pandemia acabe antes de que llegue el invierno, porque cuando llega el frío la situación de esta gente va a ser mucho más difícil», lamenta.

El comedor social Beato Cristóbal de Santa Catalina abrió sus puertas en los antiguos terrenos de Carcesa en diciembre de 2013 con el objetivo principal de cubrir las necesidades básicas de alimentación de las personas que pasan por él.

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