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A. Gilgado
MÉRIDA.
Viernes, 9 de agosto 2024, 07:29
A la sombra del peristilo del Teatro Romano, bajo las indicaciones del arqueólogo Santiago Feijóo y del director Félix Palma. Desenterrando con palas, picos, carretillas y mucho polvo. A las diez y media paran a hidratarse y a devorar un bocadillo. Mireia Olivares viene ... de Sabadell. Profe de primaria en Cataluña se apuntó para hacer el campo del voluntariado en Mérida con el Consorcio. Le apasiona la arqueología y cada verano rastrea alguno. Estuvo en un monasterio del siglo catorce en Navarra y en una excavación de la Guerra Civil en Cantabria. Llevaba dos intentando venir a Mérida. Ahora que pasa las mañanas en el Teatro habla encantada de la experiencia. «Desde pequeña me ha interesado el mundo de la arqueología. Luego decidí ser maestra y descubrí estos campos porque quiero dedicar mi tiempo libre a la arqueología». Con tres experiencias ya sobre el terreno dice que su afición se ha multiplicado. «Cuanto más excavo, más me gusta».
Félix Palma, el director del Consorcio, explica que llevan ya cuatro ediciones colaborando con el Instituto de la Juventud. A diferencia de los cursos de verano, aclara, el voluntariado sirve para dar a conocer la gestión de la arqueología urbana en Mérida.
Durante dos semanas quieren en el Consorcio que los quince jóvenes disfruten de la experiencia de lo que es una ciudad asentada sobre un yacimiento casi inagotable y su conexión con la vida cotidiana en la superficie.
Es tan extenso y con tantas posibilidades que en el Consorcio se abren a todos los interesados en aprender. De ahí los convenios con universidades españolas y extranjeras o el propio Instituto. «Mérida es inagotable y cualquier persona que venga es bien recibida». Recuerda el director que en la ciudad está muy normalizado el trabajo arqueológico, pero no es lo habitual. Por eso despierta tanto interés lo que se hace aquí a estudiantes o jóvenes de otros sitios.
Quiere el director que los chicos se lleven una experiencia real. Por eso siguen la metodología y las pautas de trabajo profesional sobre un monumento como el Teatro Romano. Incluso para los que traen una imagen excesivamente idílica de la arqueología.
Beatriz Lago viene de Pamplona. Trabaja como ingeniera informática y comparte su pasión por las telecomunicaciones con la cultura romana.
Ha decidido dedicar sus vacaciones de verano al peristilo.
El año pasado lo pasó en una villa romana en mitad del campo. «Esto es distinto, estamos en el centro de la ciudad y en el Teatro Romano». No descarta en un futuro estudiar algo relacionado con la arqueología. Lo de la Uned, dice entre risas, le parece una idea jugosilla. Sabe que después del voluntariado tendrá más ganas aún de apuntarse.
Anima a otros jóvenes a participar. «Si no te gusta, en realidad solo ves que estás recogiendo piedras con el calor. Si no te interesa nada, mejor no venir, pero sí tienes un poco de curiosidad, aquí se multiplica». Aunque ha hecho dos campos de arqueología romana, quiere profundizar sobre la cultura medieval. Sara Albújar viene de Jerez de los Caballeros. Estudió desarrollo de videojuegos y animación en 3d. Su apego a la cultura romana nace en su pueblo, junto a la villa romana y quería conocer mejor el yacimiento de Mérida. «Quería vivir la experiencia de excavar en Extremadura». En un futuro le gustaría unir sus dos mundos. Aunque parezcan disciplinas lejanas, aclara, no lo están. La arquelología consiste también en hacer representaciones tridimensionales para interpretar mejor los hallazgos. La reconstrucción virtual ayuda mucho como herramienta para la protección de piezas históricas. Agradece el interés y las explicaciones del arqueólogo del Consorcio sobre lo que están haciendo porque aprenden mucho sobre el terreno.
En el grupo hay también jóvenes vinculados a la historia. Azahar Montes es estudiante de Historia y lleva tres veranos excavando. Primero en la ciudad romana de Confluenta de Segovia, en Águila Fuente y en Portugal. Ahora en Mérida. «Yo quiero profesionalizarme en esto. Es una oportunidad para aprender y tienes al lado a gente profesional». En Mérida le gusta porque se diferencian muchas etapas y el material que sacan es muy diverso.
Claudia Saquete Ardila es la única de Mérida. Estudia Historia y Relaciones Internacionales en la Pablo Olavide de Sevilla. Ya excavó en Toledo, en Itálica y en Italia. Quería probar en su ciudad. «Valoramos mucho lo que hay fuera y no nos paramos a pensar lo que tenemos en la puerta de casa». Como historiadora en ciernes dice que quiere, a su modo, ser partícipe de la evolución arqueológica de Mérida.
El director Félix Palma agradece la implicación de los jóvenes y la convivencia durante estas dos semanas. Se han apuntado de nueve comunidades autónomas distintas, lo que demuestra el interés nacional.
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