A. Gilgado
Sábado, 22 de julio 2023, 07:37
El Pandataria estrenado en el Romano se cocina con el texto de Laila Ripoll. Oro molido. Seis actores bailarines que hacen de la danza la escenografía de la función mientras van dejando un discurso directo por la dignidad y contra el destierro. Coreografías formando estampas ... emotivas. Levantan muros, se descuelgan de la pared, se encierran en una cabina con luces intermitentes, emergen del suelo, Cayetana corriendo descalza en la orchestra con las luces encendidas. Y luego está el rap contra el 1% de ricos de Elio Toffana, el príncipe de Aluche. Ochenta minutos de exigencia física.
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Pisotean con fuerza la Lex lulia de Augusto con movimientos medidos según van declamando. No hay mejor manera de mantener el poder que apelar a la moralidad y condenar al diferente, pensó el emperador. Ya se sabe que le imitaron (y le imitan) dictadores de todas las cloacas dos mil años después.
Y viendo la respuesta del público parece que la danza con teatro tiene cabida en el programa del Festival de Mérida. Largo aplauso y ovación para despedir a los seis actores. Muy diferente la primera parte en la que se cuenta el destierro obligado de Juli Agripina y su hija de la segunda, donde se habla de una Europa hundida por el fascismo. Porque esa misma isla de poco más de un kilómetro y medio que usaron los romanos para condenar en el destierro a las adúlteras, la usaron los fascitas para el destierro de los disidentes. Y Cayetana deja de ser romana para ser Úrsula Hirschman y Muraday toma la palabra como Eugenio Colorni. Confinados a la fuerza ambos en Ventotene, la misma isla que en la época roma se llamaba Pandataria. Y escribieron allí el manifiesto por la paz y el entendimiento de los pueblos del mundo. Reconstruir Europa a partir de sus cenizas. Y de este discurso utópico se nutre Ripoll para dejar entre las coreografías de la función monólogos cargados de significado.
Jugar a ser pequeño no sirve al mundo. No hay que tener miedo. El camino de la vida puede ser libre y hermoso pero se ha perdido. Y con esa pena se mueven por el escenario del Teatro Romano, que va transformándose continuamente. Coge el micro Toffana. La lengua audaz que cuestiona realidad, el banquete de la élite que cocina el capital. Canta a las fronteras irreales y a los miedos que alimentan el Leviatán. Un 1% que a los demás controla. Su dios lo justifacará cuando ya no brille el oro en Roma.
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Fue Pandataria o Ventotene el país de los muertos. Allí condenaron por miedo a que se dijera la verdad bajo falsas acusaciones de adulterio. Se habló de justicia y protección y en realidad fue por envidia y temor. Nadie debería vivir en Pandataria.
Y ese mismo mensaje dejaron luego los protagonistas en el peristilo tras el estreno. Agradeció Chevi Muraday, el director, que el Festival apueste por la danza. Entusiasmada Cayetana Guillén Cuervo por la respuesta del público. Espera el Teatro Romano sea el principio de un largo viaje. Y entre los protagonistas Basem Nahnouh. El de Almendralejo jugaba anoche en casa y estuvo arropado por su familia. Completan el reparto La Merce, una bailarina que se definió a si misma como una migrante de cuerpo y de territorio. Chus Westerm agradeció también que el mensaje tan potente de las artes escénicas tengan resonancia en entornos como el Teatro Romano.
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