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Música en la radio y repique de pedal en la máquina de coser. Dudu revisa la carpeta de los bocetos. Dioni y Lali, que han ... vestido a muchos actores el Festival de Teatro, cortan los patrones. Preparan la pasarela que cerrará el Emerita Lvdica el 29 de mayo.
Taller abierto en la tercera planta de la Oficina de Turismo de la Puerta de la Villa para asesorar gratis a los vecinos. Dudu resuelve dudas y aconseja.
Las tiendas de la ciudad han llenado ya los escaparates de moda romana. Antes de comprar, diez consejos del diseñador Eduardo Acedo para reencontrarse con el Emerita Lvdica de la confirmación como Fiesta de Interés Turístico Regional. «La ciudad la ha hecho suya. Empezó como una cosa de friquis que se vestían de romanos. Ahora los friquis son los que no se visten».
Primera recomendación de Dudu para meterse en la colonia romana del siglo I. Pasear por el Museo. «Es muy evocador ir allí buscando ideas para uno mismo. Te das cuenta de lo refinados que eran. Vino gente que había luchado en muchas guerras. Les gustaba presumir de lo que tenían y lo que habían conseguido».
Elegir luego el material correcto. Siempre lino, sobre todo los hombres. Para las mujeres puede haber alguna excepción con la seda. Pero nunca algodón.
Corte correcto. Trajes de pocas costuras y de color claro. Anima también a que haya más esclavos. En Emerita Lvdica abundan patricios sin toga. Una especie de clase media que no existía. «Pueden pasar como esclavos muy elegantes, con túnicas de telas caras. El amo presumía ante los demás de lo elegante que llevaba a sus siervos para un reconocimiento social propio».
Proyección social también en las mujeres. Las dóminas salían de casa veladas. Dentro de la domus se lo quitaban, pero jamás fuera. Y eso es algo a corregir en Emerita Lvdica según ha percibido el diseñador.
«Una patricia que infundía respeto llevaba el velo por la calle, nunca al hombro». Y como complemento perfecto perlas y, sobre todo, acus crinales, una especie de agujas para recogerse el pelo. Hasta de hueso tallado se custodian en el Museo.
Los niñas sin velo y los niños sin manto. Aunque anima a algunas familias a recrear la ceremonia de toga viril. La Primera Comunión de entonces. Si ahora suelen vestir al niño con un traje de chaqueta muy parecido al de los adultos, entonces, a los niños que ya se les consideraba hombres les ponían a la túnica corta con ceñidor un manto corto.
Para los mayores manto largo. Los que vinieron a retirarse a la colonia presumían de su poder y de su influencia en Roma. Imitaban a los senadores. Les encantaba mostrar los pliegues de la toga. Y llevarla muy larga. De hasta seis metros. «Una forma de decir que tenían en la domus a gente que les preparaba y les cuidaba la ropa», según Dudu.
Eran habituales, explica también, las disputas en la calle si por un descuido alguien desmontaba la toga a un patricio adinerado. «No hay que verlo como algo extraño. Ahora hay gente que se enfada si le manchan su traje de Armani». Por eso Dudu recomienda a los hombres que quieran ir de poderosos que no se desprendan de la toga. Aunque haga calor, representa el poder en la colonia.
Para el calzado, cuero. Tanto en hombres como en mujeres. Y en el caso de Augusta Emerita triunfaban las caligae, las que llevaban los legionarios en sus largos trayectos entre batallas moviéndose por el Imperio. Lo que hoy sería una sandalia atada por encima del tobillo. Dudu ve en el vestuario una forma de difundir la cultura clásica. Por eso abre el taller a los que tengan dudas. «La elegancia la heredamos de los romanos y los romanos de los griegos». El logo de Versace es la Medusa griega.
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