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En el tránsito hacia la nueva normalidad se van a vislumbrar situaciones casi irreales. Los mercadillos, normalmente atestados de gente, en los que se soban retales y ropa y se puede elegir con mano propia la fruta que se lleva uno para casa, regresan, pero cambian radicalmente de imagen en esta fase 1 de desescalada. Con la legislación impuesta por la crisis de la COVID-19, empiezan a recuperar su vitalidad, pero por ahora se parecen más un circuito de cross, con cintas y vallas que indican por dónde se puede ir y por dónde no. O a una tienda de Ikea –una única zona de entrada y otra de salida– pero al aire libre.
Mérida, con su mercadillo repartido en 85.000 metros cuadrados del recinto ferial, ha evidenciado que de momento ni los vendedores ambulantes vuelven mayoritariamente a sus puestos ni los ciudadanos acuden en masa. Si alguien temía algo parecido a una peligrosa multitud se equivocó de largo.
El mercadillo de la capital de Extremadura volvía tras dos meses y nueve días de prohibición y era un buen termómetro para verificar si se empiezan a recuperar costumbres. Primero, porque es el primero de los cuatro municipios más poblados de la región que vuelve. Badajoz, Cáceres y Plasencia no han anunciado cuándo autorizarán los mercadillos. En Don Benito y Zafra los han recuperado pero con escasa presencia tanto de clientes como de vendedores. Y en segundo lugar porque podía superar una restrictiva normativa al ubicarse en un vasto terreno.
De forma general, los mercadillos pueden volver pero solo se instalará el 25% de los puestos habituales en esta fase 1. Además, la afluencia máxima de clientes debe reducirse a una tercera parte de lo permitido por el recinto. También tiene que haber un mayor espacio entre los puestos y los visitantes.
Los 85.000 metros para el mercadillo de Mérida hicieron que el Ayuntamiento pudiera permitir que los 207 puestos con los que cuenta el mercadillo habitualmente pudieran instalarse de nuevo. Con siete metros de distancia entre cada uno, se guardaba de sobra la obligada distancia y que los clientes tampoco provocaran aglomeraciones. Sobraron 83.000 metros porque apenas 40 puestos se instalaron.
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Solo llenaron 1.960 metros del recinto, dentro del circuito diseñado de 3,7 kilómetros, con nueve calles, que duró poco más de una hora y media. La Policía Local y la Nacional tomaron conciencia de que era absurdo obligar a las personas a dar un rodeo cuando faltaban más de una sexta parte de los puestos.
No iban a estar los 207 posibles pero el Consistorio tenía noticias de que serían unos 100. Al final, la 'espantada' de vendedores fue mucho mayor que la presencia de visitantes en el mercadillo.
Tres puestos de fruta y verdura, uno de golosinas y refrescos, otro de aceitunas 'machás' y con aliños varios, y, el resto, una decena de tenderetes de retales, ropas y calzado. Es lo que se vio en el primer gran mercadillo extremeño que se volvió a abrir todavía con estado de alarma.
«Tenía muchas ganas y también necesidad, porque comemos de esto, de abrir», señalaba Manuel, frutero de Aceuchal, de 47 años y desde los 32 viniendo al mercadillo emeritense. «No me he puesto porque no merece la pena. La ropa de primavera no he podido venderla y hasta que no me llegue la de verano no merece la pena estar aquí de nuevo», aseguraba un vendedor de la ciudad que ayer daba una vuelta para ver cómo transcurría la jornada de reapertura.
Alfonsa y su marido, octogenarios, no tuvieron problemas en hacer lo que suelen hacer cada martes. Acudir al puesto de Manuel, «el de los ajos», decía la mujer, para comprar fruta. «No me puedo quejar. Aquí viene gente. Incluso hay cola», señalaba el frutero, vendiendo con su hermano José y su cuñada.
«No todo el mundo se ha enterado que este martes volvía a haber mercadillo y a la gente le puede costar moverse después de dos meses en casa. Nosotros teníamos que estar aquí, vender de nuevo, en cuanto se pudiera», reseñaba Marcelo, de Montijo, entre tomates, nectarinas y cerezas. «La gente tiene ganas de venir. Los precios de la fruta en los supermercados ha subido mucho porque no se podían comprar en los mercadillos y nuestro producto es muy bueno», enfatizaba.
«Suelo venir al mercadillo. Hoy hay poco jaleo. Es normal que no vuelva a ser como antes, al menos ahora. Falta que la situación se empiece a recuperar.», decía a HOY Eulalia Sánchez, una clienta habitual. «Venía en busca de una colcha pero me llevo fruta, que siempre es buena», añadía.
El Ayuntamiento repartió mascarillas a la entrada. Eran obligatorias. Se recomendaba el acceso de grupos de tres personas como máximo, con una distancia de dos metros entre ellos. El alcalde, Antonio Rodríguez Osuna, recordó que se ha acondicionado el recinto para todos los puestos y apeló a la «responsabilidad y confianza de los vendedores habituales para que acudan cada martes».
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Almudena Santos y Lidia Carvajal
Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Sara I. Belled
María Díaz | Badajoz
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