Augusto quería que le vieran como el Alejandro Magno de Roma. Vespasiano, Tito o Domiciano explotaron más la austeridad republicana.
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Trajano se gustaba como militar valiente y Adriano como un hombre refinado de barba blanca larga. Los emperadores también sabían explotar su imagen.
Imperium Se puede ver en la sala principal del Museo Nacional de Arte Romano.
Contenido El recorrido por las piezas elegidas muestra la evolución de la imagen del poder en Roma.
Colaboración El Museo cuenta con la colaboración del Festival de Teatro, el Arqueológico Nacional y el Consorcio, que cede algunas piezas.
La efigie oficial se acuñaba en monedas, estatuas o bustos. Se multiplicaba en piezas colosales o en pequeñas imágenes domésticas para demostrar su adhesión al régimen. Relieves narrativos recordaban sus hazañas.
El Museo Nacional de Arte Romano abrió ayer en su nave principal una muestra que explica la evolución de la imagen del poder durante la romanización.
Se ha hecho posible gracias a la colaboración del Festival de Teatro Clásico, del Arqueológico Nacional de Madrid y el Consorcio de Mérida, que participan con préstamos de piezas.
Trinidad Nogales, la directora del Museo, explica que pretenden mostrar a los visitantes del siglo veintiuno cómo la imagen personal era ya una preocupación entre los gobernantes del siglo primero.
«Este concepto lo acuñó, sobre todo Octavio Augusto, pero se repitió hasta el siglo V, con el final del Imperio».
La sociedad actual, compara Nogales, le da mucha importancia a la imagen, pero no debemos verlo como algo propio de nuestro tiempo. En el mundo antiguo, la proyección hacia los demás de uno mismo tenía un poder.
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Los emperadores la utilizaban, sobre todo, con un fin político y de propaganda. Buscaban que su figura destacara sus virtudes y los beneficios que los demás recibían del emperador.
En Imperium se pueden ver, por ejemplo, los tres retratos de Augusto que se encontraron en Mérida. Uno pertenece al Consorcio y se muestra a un Augusto más joven, casi irreconocible en comparación con el resto.
La muestra recoge también retratos de las dinastías que explotaron esta imagen de poder.
La dos familias que siguieron a Augusto. Los julios, de Julio César, y los claudios, por la familia de Livia, su segunda esposa.
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Julios y claudios se enfrentaron a lo largo del siglo I por situar a algunos de los suyos en el poder imperial y esta estirpe familiar llenó también el Imperio de retratos y estatuas de gobernantes poderosos.
La disputa julioclaudia la reflejó muy bien Robert Graves en su novela 'Yo Claudio'.
Augusto, según Trinidad Nogales, huía de la imagen austera y realista que transmitía su tío Julio César. Su referencia siempre fue Alejandro Magno. Al crear su imagen oficial como emperador copia ese modelo, pero adaptándolo a los tiempos de Roma.
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En los siglos segundo y tercero se transforma esta referencia oficial y en el cuarto poco tiene que ver con lo que buscaba Augusto en los demás.
Este cambio se debe, en parte, a que en el siglo tercero, la inestabilidad hace que duren muy poco tiempo en el gobierno.
Se suceden los famosos emperadores soldados. Daban un golpe de estado y se autoproclamaban.
La figura imperial se devalúa. No se percibe como un referente muy poderoso, sino más bien como un elemento de confrontación.
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A esto hay que unir la asimilación del cristianismo como religión oficial del estado. Constantino hace a todos cristianos y la imagen poderosa a partir de ese momento emana de la divinidad.
La muestra Imperium es la última de una fructífera colaboración entre el Museo y el Festival.
Comparten visitantes en los meses de verano y ofrecen un contenido complementario. El visitante que recorre el Museo por la mañana se sienta por la noche en el Teatro.
Dionysos-Baco, un dios para los humanos, Mythos (creencias en Augusta Emerita), Mulieres (mujeres en Augusta Emerita) o Artes Romae. Arte y artesanía en Augusta Emerita, fueron los ejemplos que citó ayer Jesús Cimarro, el director del Festival, en la presentación de la muestra.
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La directora Nogales reconoció que la unión de instituciones permite proyectos que no podrían abordarse desde una sola entidad y conectan al público con la antigüedad clásica que se respira en Mérida.
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