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Juan Carlos Tirado en un parque de Mérida. J.M. ROMERO
«Todos tenemos una parte malvada que no nos atrevemos a mostrar»

«Todos tenemos una parte malvada que no nos atrevemos a mostrar»

Juan Carlos Tirado | Encarna al tirano Cayo César en el Festival de Mérida ·

Ha estado en otros montajes de éxito, pero asume este papel protagonista como el más exigente de todos

Antonio Gilgado

Badajoz

Jueves, 13 de agosto 2020, 07:47

Le vimos como Migajas en 'Los gemelos'. De Cepión. O en 'Los Pelópidas'. Juan Carlos Tirado juega en casa, pero la de ahora no es una más. Tiene el móvil bloqueado de mensajes. Autoexigencia por las nubes. Hasta el domingo encarna a Cayo César en el Festival de Mérida. El tercer emperador de Roma es un personaje que transpira odio por donde quiera que lo miren.

–¿Cómo empatiza uno con un dictador?

–Enfrentarte a personajes de esta calaña no resulta fácil. Cuesta empatizar con un déspota, con alguien que tiene el terror y el pánico como herramientas de trabajo. Gobernó poco tiempo, apenas cuatro años y fue un gobernante joven. Yo me he ido a su infancia y a su juventud. Sufrió maltrato y eso me ha ayudado a entenderlo, pero no a justificarlo.

–¿Qué aporta este Calígula que no hayamos visto antes en Mérida?

–Hay que agradecer a Agustín Muñoz Sanz, el autor, que vaya a una visión diferente. Se ha centrado mucho en el drama histórico. Su manera de gobernar y ese despotismo quizá le venga de su juventud. También hay un gran trabajo de equipo. Hay música. Abraham Samino toca el piano en directo. Gema hace la coreografía para expresar con la danza y con movimiento corporal esa locura del protagonista. Todos estos lenguajes nos ayudan a entender al Cayo César que sufre, sin justificarlo, insisto, pero mucho más humano. Hay un espectáculo íntegro y con mucha profesionalidad.

–Música en directo, danza, drama... De entrada puede resultar un riesgo si la mezcla no funciona.

–Sí. Pero toca arriesgar. Y sobre todo arriesgamos todo porque los actores no somos bailarines. Nos hemos adentrado en un mundo que no es el nuestro desde el punto de vista plástico. No queremos hacer un espectáculo de danza, pero sí mostrar algo del personaje con el movimiento. Asumimos un reto. La pretensión es utilizar las herramientas que tenemos para dar un mensaje más creativo. Fortalecer la palabra con el movimiento y los sonidos. Eso es ir un poco más allá. Arriesgar, en el fondo.

–¿Por qué atraen tanto personajes malvados como Calígula en Mérida?

–En el fondo todos tenemos una parte malvada que no nos atrevemos a expresar en voz alta. Cuando hice Cepión también tuve esa sensación de impacto del que dice las cosas sin miedo. Con Migajas, en 'Los gemelos' la gente salía del espectáculo con frases aprendidas de memoria de los personajes. Los personajes malvados impactan, es verdad, pero el espectador se queda con la esencia de los más cómicos.

–¿Hay un público distinto para comedia que para drama?

–El público de Mérida es muy respetuoso. A veces creo que demasiado y me gustaría que fuera más exigente con nosotros. El espacio nos ayuda. He ido como espectador a los otros tres estrenos y este año he notado un silencio sepulcral antes de cada función. Creo que se debe a que el público está deseoso de ver teatro. Esta pandemia nos ha fastidiado a todos muchísimo. Necesitamos sentarnos y recibir emociones. Agradezco desde aquí el comportamiento de la gente. Es admirable.

–¿Qué emociones nos sirve este Cayo César?

–Encontramos a un gobernante que no ha aprendido a amar, no ha amado y ha descubierto que el odio le permite vengarse. En un momento dice: «Que me odien con tal de que me teman», eso lo resume todo.

–¿Cómo ha sido el trabajo previo?

–Ha sido un proceso duro. Ensayar con mascarillas, con pantallas, pisando las alfombras de lejía, en sillas individuales, sin compartir nada con los compañeros. Era lo que había que hacer. Merece todo el esfuerzo del mundo si llegamos aquí.También tenía la incertidumbre por si había rebrotes que lo paralizaran todo. Siempre pendiente de la radio y de las noticias. Nosotros hemos hecho las cosas bien. El domingo, tras la última función, miraré a los ojos a mis compañeros y le diré ¡lo hemos conseguido! Nos emocionaremos todos.

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