En tiempos de guerra no está de más preguntarle al público que va al Teatro Romano si ha visto la paz. Porque de eso va la función. Ya la pedía Aristófanes en el 400 a. C. cuando Atenas y Esparta se machacaban en el Peloponeso. ... Con esa intención escribió Los Arcanienses, Lisístrata y La Paz. Lo que se ve hasta el domingo en el Teatro Romano es una versión de la última embellecida por Francisco Nieva.
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Tiene el espectador delante un texto rico en vocabulario. Lenguaje innovador y sorprendente. Algo de surrealismo y mucho sarcasmo. A Nieva había que representarlo más veces, dijo Ángeles Martín tras el estreno. No hay mejor forma de celebrar su centenario. De puro viejo es fresco y como fresco es eterno. Y más en boca de cómicos como Joaquín Reyes, Sara Escudero, Ángeles Martín o Laura Galán.
De Trigeo hace esta vez Joaquín Reyes. Un enreda que engaña a dioses y la misma guerra para que se vaya al infierno. Le toca intentar subir hasta los cielos para preguntar a Zeus por la paz. Y como Trigeo no tiene ningún medio para volar, Aristófanes nos lo presenta como criador de un enorme escarabajo que asciende a base de ventosidades. Aventura escatológica porque ya se sabe que los escarabajos se alimentan de la heces y le toca a los esclavos darle comida. Corifea es aquí Angeles Martín. Va guiando al espectador. Una narradora que habla con el público y con Trigeo.
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J. M. Romero
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Es Aristófanes quien le obliga a comentar y guiar las andanzas del viñador ateniense para que nadie se pierda en la historia. El escarabajo hinchable está aparcado en un rincón del Teatro Romano y a los cielos se sube por un andamio muy transitado durante la función. Poderoso Zeus halla la paz y concordia. Y que termine ya la guerra. Pero los dioses son muy suyos. Se sacrifica Trigeo por los atenienses con el peligro de desnucarse y no le encuentra. Le recibe Hermes, su hija. A Hermes le pone tono infantil Sara Escudero. Su padre estaba de mudanza y ella se quedó guardando la vajilla platera. Hay sartenes que valen un imperio. Los dioses se han ido por despecho.
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No quieren cuenta con los humanos. Entronizaron a la guerra con descaro. Si la paz no está en los cielos ¿dónde se esconde? Dormida como una marmota en el contenedor de los desechos. En la basura. Mientras la guerra campa a sus anchas por el Teatro Romano con Tumulto sembrando en pánico. Le basta con rociar de semillas de chufa el suelo. Donde esté un degollado que se quite un vivo cobarde, grita. Pero canta mejor la paz. Y en esa lucha entre la guerra y la paz se suceden bailes y música.
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Ayuda Hermes a engañar a guerra cuando llega del infierno. Le prometen los humanos invocarle todas las fiestas. Desde el uno de mayo hasta la Feria de Albacete. Hermes es un diosa generosa movida por la vanidad. Más infantil que Zeus y más fácil de engañar también. Por eso despierta a la paz. No hay dios que resista a la Feria de Albacete. Entonces pone en pie al público la paz a lo Lennon. 'Give peace a chance'. Y todo el Teatro Romano corea a John y Yoko. «All we are saying is give peace a chance».
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No hay mejor coro para venirse arriba !Señores de la guerra iros a la mierda¡, gritó la paz. Aunque no es fácil acabar con la guerra. Y más si la encarna una voz como la de Astrid Jones. Cuesta no seguir a alguien que lo hace como Astrid Jones. La guerra entona en voz dulce y a veces se confunde con la paz. Pero hay una forma de distinguirla. Los libros son su criptonita. Por eso, en tiempos de guerra, conviene preguntar al público si ha visto la paz.
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