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Remedios y actuaciones frente a las epidemias

Domingo, 17 de mayo 2020, 09:31

Una de las actuaciones más repetidas, tanto en momentos de epidemias como de malas cosechas, es una procesión de rogativa. Como las medidas humanas no eran efectivas (salvo el enclaustramiento, y no siempre), se recurría a la ayuda divina.

Así lo explica José Montero. Indica que, con respecto al control de movimientos, no siempre hubo acuerdo sobre su eficacia. Algunos vecinos se quejaban de las dificultades que tenían para acudir a sus trabajos en el campo. Otros, del daño que se hacía al comercio.

En la ciudad se establecieron a lo largo de su historia varios lazaretos en las ermitas extramuros. Una de ellas, la de Nuestra Señora de la Antigua, entonces mucho más lejana del casco urbano que en la actualidad. Allí debían permanecer transeúntes y bienes durante un periodo de cuarentena antes de permitirles el ingreso a la ciudad. Algunos comerciantes optaron por huir con sus mercancías al no poder estar inactivos tanto tiempo. Además, se otorgaban cartas de sanidad para poder entrar o salir de la ciudad en tiempo de epidemia. Guardias del municipio circulaban por las noches para vigilar el cumplimiento de los preceptos del gobierno local o vigilaban los accesos en las puertas de la muralla.

Además, se procuraba aplicar medidas públicas que no siempre se llevaban a la práctica: limpieza de basuras y animales muertos arrojados a los solares, fumigación de calles con romero y vinagre, vigilancia de los alimentos expuestos a la venta, etc.

En aquellas épocas en que se desconocía el mecanismo de transmisión de las infecciones, achacándolas a las 'miasmas' que producían basuras, cadáveres y aguas estancadas, se recurría a remedios no solo ineficaces, sino también perjudiciales: desde el helado de limón y la nieve para el paludismo, pasando por hierbas diversas, hasta las sangrías que los médicos provocaban en los enfermos.

La situación de los hospitales no era mejor. En el siglo XIX existían dos: el de San Juan de Dios, situado en lo que ahora es la Asamblea de Extremadura, y el de Jesús Nazareno, actual Parador. Allí, los enfermos se hacinaban y malvivían y se contagiaban fácilmente unos a otros, a veces con los sanitarios como vehículo de transmisión.

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