

Secciones
Servicios
Destacamos
A. Gilgado
REDACCIÓN.
Lunes, 31 de marzo 2025, 08:05
Javier Pecero dirige el CRR Grupo 5 en Mérida. El centro residencial de rehabilitación en salud mental cumple diez años junto a la residencia ... Rosalba. Lo celebraron la semana pasada con una jornada de puertas abiertas.
Explica el director que en el CRR viven personas adultas en la horquilla de 18 a 65 años, y su objetivo es ayudarles para que no caigan en la exclusión social. «Darles las herramientas para volver a la comunidad». Trabajan la higiene, el horario o la organización del tiempo. También la sintomatología de su enfermedad. Que aprendan a convivir en su entorno.
Tienen dos líneas de trabajo. Hay una residencia para 46 pacientes y un piso supervisado para diez. «Es difícil de saber el tiempo que pueden estar con nosotros. Tenemos perfiles muy dispares. Hay quien viene con mucho recorrido de la enfermedad y posiblemente esté con nosotros hasta los sesenta y cinco. Y también otros que con un trabajo de cuatro o cinco meses pueden volver». En este abanico tan amplio hay estancias de meses o de años.
Ante la diversidad de casos, explica, el equipo de trabajo se focaliza en el seguimiento individual. Marcar los objetivos de manera muy específica porque las necesidades, incluso con un mismo diagnóstico, cambian. Hay terapias grupales y citas individuales con psicólogos. «El fin último es la autonomía. Cuando vienen antiguos residentes a visitarnos después de muchos años y nos dicen que les ha ido bien, sentimos que nuestro trabajo merece la pena». Aprovechan este décimo aniversario para combatir también el estigma que sufren a veces los residentes. En este tiempo, aclara, han estado en contacto permanente con la ciudad. Invitan a jóvenes que estudian grados o ciclos relacionados con la integración social como psicología o terapia ocupacional, policías y a profesionales de la salud mental. El estigma lo perciben de dos formas. Los que muestran temor porque temen alguna reacción inapropiada y los que caen en la infantilización. «Les tratan como niños y se les olvida que son personas adultas que toman sus decisiones. Hay que tratarlos como uno más».
Han atendido a más de sesenta pacientes de media por año, unos seiscientos en total. Muchos han sido un éxito terapéutico y han podido llevar una vida fuera, otros han vuelto varias veces y algunos siguen desde que abrieron.
La evolución depende de la autonomía que vaya ganando cada residente. En los pisos potencian la organización individual y en la residencia trabajan la estructura en grupo. Con tareas diarias y de trabajo flexibles, pero ya pautadas. También depende de si tienen trabajos o cursos de formación en el exterior. Insiste el director en que les beneficia hacer vida y relaciones fuera del centro. «Nosotros sabemos que hay una protección de los familiares porque vienen de una experiencia previa con la enfermedad y de sufrimiento. Pero no hay que poner siempre el freno. Luchamos contra ese 'no va a poder' que se repite con frecuencia». Agradece que esa desconfianza de los familiares sea cada vez menor porque ahora se habla más de salud mental y la concienciación ayuda a creer igualmente en la evolución. «Todavía tenemos mucho camino de recorrer. Pero antes solo decidía el profesional y la familia. Ahora no siempre es así».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.