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Festival de Teatro Clásico de Mérida
Tiresias entra en la zona top del Festival de TeatroA. GIlgado
Jueves, 15 de agosto 2024, 08:00
Tiresias se estrenó anoche en el Teatro Romano y entra en la zona top del público de esta edición. Si alguien esperaba que después de ... los treinta mil espectadores de Medusa el programa iba a bajar un escalón, se equivoca. Más bien ha ido hacia arriba. Ha sido el estreno más ovacionado en las gradas.
Las dos horas de la función son una delicia para los mitógrafos. Penteo, Edipo, Yocasta, Eurídices, Antígona, Creonte, Dionisio, Narciso, Atenea... Tragedias como matrioskas rusas sobre el escenario. Linajes muy desgraciados por pasiones muy humanas de los dioses. Y en mitad de todas: Tiresias. Hombre un tiempo, mujer otro. Condenada a ser ciega por decir lo que nadie quiere ver.
El montaje que propone Carlota Ferrer es una sucesión con la narradora Tiresias encarnada en Anabel Alonso guiando a los espectadores por varios pasajes distintos de en una misma función. Microhistorias sobre las Bacantes, Edipo Rey, Antígona y Ulises en las puertas del Hades. Y esto requiere esfuerzo extra y agilidad para el reparto. Porque Carlos Beluga, Alfredo Noval, Paula Mendoza o Ana Fernández intercambian personajes.
En Ana Fernández destaca sobre todo su escena como Yocasta al descubrir que su amante Edipo es en realidad su hijo.
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Tiresias es el hilo conductor para que el espectador no se pierda. Entra y sale de los culebrones familiares preguntándose siempre que hizo –ella o él– para merecer tanto castigo. Y regalando al público imágenes vigorosas en este viaje. Hay danza, una especie de karaoke griego que pone al público en pie, una composición de las bacantes de las bacanales en grupo y el lujazo de la voz lírica de Paula Mendoza en varias escenas.
Anabel Alonso lleva en todo el momento el peso escénico. Y sin moverse de su lado siempre, eso cree ella, Manto, su hija. Sus ojos y también heredera de su don profético. Y le da tiempo para recorrer el Teatro Romano.
La vemos arriba en la tribuna antes bajar entre los espectadores o saliendo arrastrada por los mismos dioses como si fuera un toro tras la lidia. Y como regalo deja al final un mensaje escrito con tiza en el pecho del toro de Osborne que sacan a escena: la verdad es igual a la belleza. Y sobre esta sentencia gira todas las reflexiones que hace Tiresias sobre su maldición. Sigue en el hades. Mantiene el don de la profecía, pero condenada a mirar para atrás. Y una pregunta final ¿Es mejor no saber? No. No se arrepiente de nada. Lo dice con seguridad. La tragedia quizás sea la mentira y la manipulación. No hay más ciego que el que no quiere ver o el que ve lo que los demás quieren que vean.
No se arrepiente de acercarse a la verdad porque la verdad es un lugar seguro. Vemos en esta obra también a una Antígona valiente con la propia Carlota Ferrer que nos replica que la patria que ignora a las mujeres, a las que cuidan, alimentan, educan o enseñan a cambio de guardar silencio y discreción no es una patria a la que amar.
Que la patria en realidad es un invento de los poderosos para que los pobres les hagan caso. Bien lo saben Polinices y Eteocles. Sus hermanos que se apuñalaron entre ellos por defender banderas diferentes. Pero no solo hay drama. Hay momentos para la sensualidad o la comedia. De eso se encarga Hera, la mujer de Zeus. Y es que Tiresias aparece hasta en una discusión entre el rey más infiel y su paciente esposa. Discuten subidos a las columnas del Teatro. Más cerca de Ceres que de los espectadores. Zeus justifica su derecho al poliamor porque la mujer disfrutaba más del sexo que el hombre. Y como tiene menos calidad, necesita más cantidad. Acudieron a Tiresias porque era la única que había sido hombre y mujer a la vez. Según el mito, Tiresias le responde que sobre diez de placer: Nueve para la mujer y uno para el hombre. Hera, ofendida, le deja ciego y Zeus para reparar el daño le da el don de la profecía y una larga vida. Tanta que acabó en casi todas las tragedias.
Tras la función, ya en el peristilo, Anabel Alonso dijo que había sentido al público reir cuando lo necesitaba y también emocionarse en los momentos más intenso. Agradeció los aplausos espontáneos en mitad de la función. Y emocionante fue el grito '¡Viva Mérida' de Ana Fernández tras el estreno.
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