Los tres asesinatos de 1936 que investiga el comisario Aurelio
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Aurelio Fernández recoge en un libro más de cuatro años de rastreo histórico y policial sobre los sucesos previos al golpe militar de 1936Libro ·
Aurelio Fernández recoge en un libro más de cuatro años de rastreo histórico y policial sobre los sucesos previos al golpe militar de 1936Cadena de asesinatos, guardias en pie de guerra. El libro lo alumbra Aurelio Fernández. Comisario de la Policía Nacional en Mérida. El miércoles a las siete lo presenta en Santo Domingo.
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Tiene por vicios el comisario la investigación y la historia. Es de los que ... pasan horas rastreando sumarios, archivos o recorriendo bibliotecas. Arranca su investigación el 14 de abril de 1936 y termina en julio de ese año, justo antes golpe militar. En medio, una serie de asesinatos que explican muy bien lo que vino después.
Estamos en los tres últimos meses de gobierno del Frente Popular. El 14 de abril de 1936 hay un desfile militar que conmemora la proclamación republicana. Preside el acto Manuel Azaña. Se interrumpe momentáneamente porque alguien lanza un petardo contra Azaña. Luego se retoma. Al pasar la Guardia Civil, el público increpa. Les precede la fama de cuerpo represivo. Y en este enfrentamiento dialéctico, identifica Aurelio Fernández a cuatro guardias civiles de paisano viendo el paso de sus compañeros. Entre ellos, el alférez De los Reyes. Recrimina a un grupo los abucheos y pide respeto.
La bronca acaba en pelea. Alguien saca un pistola. Hieren a una anciana, a un bebé, a un niño y disparan contra los cuatro guardias de paisano. Al alférez De los Reyes lo matan. El desfile se interrumpe ya definitivamente tras el tiroteo. El gobierno pide a la familia que entierren al alférez en la intimidad para evitar más enfrentamientos. Entra en escena el teniente coronel González Vallés. Decide llevarse el cadáver por la fuerza para organizar un entierro y una capilla donde velarlo públicamente. El gobierno insiste. Pide a los agentes que no se conviertan en foco otro enfrentamiento. No hacen caso. Se concentran tras el féretro miles de dolientes. Militares, compañeros de la Guardia Civil y jóvenes falangistas armados.
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A los representantes del Gobierno que asisten les increpan y les insultan.
Desfilaron Castellana abajo y a la altura de Neptuno, en la calle Miguel Ángel, hay un tiroteo. Los disparos salieron de la azotea de un edificio en obras, según ha documentado en su investigación el comisario Aurelio. Siete muertos.
Ha revisado la declaración de los testigos. «Fue un enfrentamiento muy cruento y con muchos disturbios porque había mucha gente armada, tanto abajo, acompañando al féretro, como los que estaban en la azotea», explica.
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Pero consiguen llevar al alférez De los Reyes al cementerio de la Almudena (que se llamaba en ese momento Cementerio del Este). El Gobierno despliega por seguridad a la Guardia de Asalto. Lo que empezó como un entierro deriva en una manifestación contra la República. En ese despliegue de seguridad participa el teniente Castillo, un militar afiliado a un partido de izquierda que se incrustó en la policía republicana. Durante su servicio de aquel día se ve rodeado y linchado de protestantes contra la República. Saca su pistola para defenderse. Y mata a un joven de 19 años, Luis Laguno Hacha. Lo ha identificado el comisario Aurelio como un estudiante de Medicina afiliado al partido tradicionalista. También en esa misma trifulca hay otro asesinado. Antonio Sáenz de Heredia, el hermano del director de cine y primo hermano de Primo de Rivera.
Aquel enfrentamiento con dos muertos tuvo mucha repercusión. El teniente Castillo era un hombre muy conocido. Se convirtió, explica Aurelio, en el enemigo número uno de la derecha extremista. Ha identificado Aurelio Fernández en las intervenciones policiales de los días posteriores dos intentos de atentado contra el teniente Castillo. De uno salió ileso, pero el 12 de julio del 36, a las diez de la noche, cuatro pistoleros lo esperan en la puerta del cuartel y lo matan.
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Estamos a menos de una semana del golpe militar. El capitán Condés, íntimo amigo del teniente Castillo, decide vengar su muerte. Se monta en la furgoneta número 17 de la Guardia de Asalto y se van a buscar a Gil Robles, el líder en ese momento de la derecha aglutinada en la CEDA.
Pero Gil Robles veranea esos días en Biarritz. Como no lo encuentran. Van a por otro líder político de derechas, Antonio Goicoechea, de Renovación Española. Goicoechea ya estaba avisado de que podía sufrir algún atentado. Tenía varios pisos en Madrid y pernoctaba cada día en uno. Tampoco dieron con él. Al final acaban en la puerta de José Calvo Sotelo a las tres de la mañana.
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El capitán Condés se identifica y Calvo Sotelo, al tener inmunidad por ser diputado, se niega a compañarles. Al final, tras un forcejeo Condés consigue sacarlo de casa. Cuando salen lo montan en la furgoneta. Uno de los guardias, Luis Cuenca, le dispara en la nuca dos tiros. Lo llevan al Cementerio del Este. En todas las declaraciones que ha leído y revisado Aurelio Fernández ha detectado que el asesinato de Calvo Sotelo quizás no fue tan improvisado como parece. Los agentes sabían que Calvo Sotelo estaba colaborando con los militares golpistas. El chófer le traicionó. Dijo a los policías que le había llevado a un pueblo de Toledo y allí se había reunido con varios militares. Les advirtió el chófer que el golpe sería inminente. El asesinato de Castillo fue la noche del 12 al 13 a las diez de la noche y a Calvo Sotelo, en venganza, a las tres de la mañana. A las pocas horas.
Por los testimonios que se han recogido de aquellos días se concluye ahora que el asesinato de Calvo Sotelo fue el acelerador del golpe militar. Explica el comisario que en la recopilación de este libro ha repasado los sumarios, las declaraciones que se tomaron a los testigos y ha ido hilando las causas.
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