![La UCI no quiere dejar fuera a los familiares](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/11/17/185757534--1200x840.jpg)
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A. GILGADO
Viernes, 17 de noviembre 2023, 07:55
El María Luisa se llenó ayer de médicos, enfermeros, técnicos sanitarios, estudiantes y vecinos interesados en la atención a enfermos críticos. El personal de la UCI del Hospital de Mérida quiere mostrar a la ciudad cómo trabajan y cuáles son sus planes para mejorar. Escuchando algunas de las mesas y ponencias es fácil adivinar cómo se diseña una UCI más abierta que la que se conoce.
Pilar Sánchez es enfermera en la Unidad. Desde el 2017 trabaja en mejorar el trato humano. «Hasta el momento, las ucis han sido muy herméticas y cerradas a las familias y cuidar esa parte invisible para mí se convirtió en un reto personal». Llegó la pandemia y todo se paralizó. Y, ahora, con cierta perspectiva, explica Pilar que la pandemia sacó lo mejor del servicio UCI, pero por desgracia también lo peor por las medidas tan estrictas para evitar contagios que obligó a alejar a las familias de los enfermos. Ahora es el momento de retomar porque cree que la humanización es justa y además necesaria.
Su apuesta pasa por dignificar el contexto. Habla de proteger a las familias y también a los sanitarios. «Las familias se enfrentan a una situación muy delicada y los profesionales estamos emocionalmente muy desprotegidos ante el reto diario de trabajar con pacientes críticos».
Junto a Pilar estuvo ayer Paulina Jiménez. Habló Paulina porque conoce ahora la UCI desde los dos lados. Trabaja allí pero también tuvo a su hijo de 25 años ingresado una semana tras sufrir una parada súbita. El 4 de abril de 2022 estaba en el turno de tarde y recibió una llamada. Su hijo se había mareado y se lo llevaban al hospital. «Lo tomé como un simple mareo. Me bajé a urgencias y justo cuando llegué me dijeron que lo habían subido a UCI. Estaba en parada cardiorrespiratoria. Volví a entrar a UCI y cuando lo vi allí mi vida se paró en ese momento».
Una semana estuvo con su hijo en la unidad. «Se hizo todo lo que se pudo. Trabajaron al 500 por 100, pero al final falleció».
El testimonio de Paulina tiene especial relevancia porque ella como compañera y trabajadora de la Unidad tuvo el privilegio de acompañarle en todo momento. «Conmigo se rompió ese hermetismo, la información sobre la evolución era continua. No tenía que estar en casa pendiente del teléfono para que no suene, porque sabes que si suena es muy mala señal». El funcionamiento habitual en la UCI es que entre un familiar por la mañana y otro por la tarde y no más de media hora. Por eso Pilar acompañó ayer a su compañera Paulina en el testimonio, estuvo a su lado porque coinciden ambas que el contacto y la información entre paciente y familiar debe ser la norma y no la excepción. «Yo estaba 24 horas con mi hijo y me sentí muy arropada, luego además todo esto me ayudó en el proceso de duelo que por desgracia vino después». Su marido también estuvo en la UCI del Infanta no hace mucho. «Me dejaban veinte minutos y luego me pasaba el día en el pasillo por si pasaba algo. Evidentemente lo que viví con mi hijo no tiene nada que ver con lo que pasó con mi marido». Por desgracia, la experiencia personal y profesional le ha hecho ver que lo mejor es incluir a los familiares, no dejarlos siempre en la puerta.
Se habló también ayer de ingresos donde conviene contar con un psicólogo en la unidad. Porque se enfrenta la familia a una situación crítica súbita. El hijo de Paulina no tenía patología y llevaba una vida normal hasta que ingresó en la UCI y una semana después falleció. «En pacientes jóvenes o pediátricos se echa en falta a un profesional que ayude a las familias a gestionar el impacto emocional, nosotros lo hacemos, pero no capacitados para hacerlo bien», explica Pilar, que insiste también en la tercera parte del nuevo modelo UCI: atender el desgaste del personal. Ahora falta que los responsables del SES entiendan también este modelo.
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