Semana Santa

Vía Crucis por la paz en el Anfiteatro Romano de Mérida

Partió el Cristo de la O, una talla del siglo XIV, a hombros de diez representantes de la Junta de Cofradías. Túnica negra para los portadores y tambores sordos de acompañamiento. Muchos fieles en silencio le siguieron por la Plaza del Rastro, el Templo de Diana y la calle arriba hasta el Teatro Romano.

Una hora después, a las dos y media, se posó en la puerta del Anfiteatro. Entró en el recinto en silencio absoluto, cuando ya se habían llenado las gradas del Anfiteatro. Empezó entonces un rezo en comunidad por las catorce paradas del Vía Crucis que narra la Biblia.

Se fue moviendo el Cristo de la O por el círculo de arena y flanqueando las velas en el suelo que formaron una cruz. Fue leyendo pasajes de la Biblia el sacerdote Antonio Becerra y se completaba cada rezo pidiendo por los enfermos, los más vulnerables o los que sufren en las guerras de Ucrania y Siria. También por los periodistas, sanitarios o políticos. Y por los refugiados y gente de paz. Cantó la Capilla Gregoriana del Calvario en cada desplazamiento que hizo el Cristo. A las tres y media se completaron las catorce estaciones. Desalojó el público en Anfiteatro y salió el Cristo de la O de vuelta a la Concatedral.

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Tiene el Vía Crucis oración, penitencia para los que cargan y comunidad por el voto de silencio conjunto. Un catecismo más que una procesión como las de los días anteriores o como la de hoy en la Basílica con el Resucitado.

Y sirvió también para poner fin a un largo Viernes Santo en Mérida y abrir un sábado de pascua que muchos cofrades pasan en sus templos. Guarda este Vía Crucis de Mérida muchas semejanzas con el que se hace en el Coliseo de Roma a la misma hora. En las catorce estaciones se resumen los últimos días de Jesús. La condena a muerte, el martirio y la sepultura final.