De aceras y árboles

Técnicamente es una calle en recuerdo al concejal José Miguel Sánchez Hueso, pero todavía hoy tiene aspecto de carretera porque a ambos lados sigue habiendo tierras de labranza, supongo que por una cuestión de planeamiento urbanístico. El paisaje a ambos lados parece yermo, aunque florecerá algún día de otro modo porque Badajoz crece hacia a ese lado.

Como decía, eran los años ochenta y yo iba y venía a diario a esa piscina de verano (la cubierta no existía) y el paisaje era casi el mismo de hoy, con ese caserío disperso que aún sigue en pie y donde antes pastaban vacas cuya leche repartía el lechero Eusebio por las casas de un Badajoz que estaba lejos pues Valdepasillas no existía.

Ahora hay poco más: una urbanización de unifamiliares que sirvió para realojar a damnificados por la riada, un carril bici y, lo más importante, una hilera de árboles. Esas aceras las están reparando porque muchas las rompen las raíces y lo veo un acierto aunque parece que estemos gastando dinero donde no hay casi nada. El problema se extiende a muchos barrios periféricos donde a menudo se levantan las baldosas, recordatorio de que la naturaleza siempre puede más. No queda otra. Ocurre en Las Vaguadas, La Estación, el Cerro de Reyes y allí donde haya árboles que con su sombra hacen amables algunas calles que parecen carreteras.