Hay que tener mucho ingenio para meter en una frase corriente toda una filosofía de vida: «Que no te cierren el bar de la esquina». Ahí queda eso. Yo habría puesto 'la taberna de la esquina', que tiene un sabor más entrañable, «hijo, vete a ... buscar a tu padre a la taberna, que ya están las sopas mojás», pero me hubiese cargado la rima: 'Noches de boda' se llama la canción. A lo que vamos. El título de este artículo sólo puede escribirlo un genio, o sea, un médium, Joaquín Sabina. Se me vino el otro día a la cabeza cuando alguien comentó, yo mismo, lo carísimas que son las bebidas en los países bárbaros: con esos precios, no me extraña nada que la gente se suicide tanto. Lo de bárbaros no lo digo yo: así les llamó la historia cuando entonces y así les llama en su libro, 'El Mediterráneo y los bárbaros del Norte', Luis Racionero, aquel señor que estuvo casado con la doctora Elena Ochoa, 'Hablemos de sexo', la tienen que recordar de la tele.

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Es que el bar de la esquina no es sólo el lugar adonde uno acude a tomarse un café, unas cañas, un vino, sino a encontrarse con los amigos («Yo no me tomo las copas con mis enemigos», Umbral) y pasar un rato agradable hablando de los «eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa», que dijera Machado por boca de Mairena. Total, que uno se va para casa más contento que unas castañuelas, habiéndose sacudido las pequeñas telarañas del alma: «¿Y por eso te vas a preocupar? Vamos anda».

En efecto, uno no acude al bar a beber, saldría mucho más barato hacerlo en casa, pero beber en soledad debe de ser lo mas triste del mundo, como parece ser que es costumbre entre los bárbaros del norte, que por lo visto beben hasta la anestesia alcohólica, primera fase de la anestesia, de ahí que en las películas del oeste, para extraerle a uno una bala le daban whisky. Pero, claro, al precio que tienen las bebidas (están locos), a ver quién es el guapo que chatea en la barra de un bar. Los bárbaros del norte, en su primitivismo, todavía no han averiguado que el bar de la esquina es una fuente de bienestar emocional para el personal. Una vez se me ocurrió decir ante los amigos, y no me arrepiento, que el dinero que uno se gasta en los bares, se lo ahorra en medicamentos, siempre que se beba con moderación, mucha moderación, por supuesto. Por de pronto, uno de los presentes aquel día ya ha llegado a los 100.

Que no se me olvide algo importante. Después de la pandemia, todas las terrazas están a reventar, ¿por qué será? Si estás acompañado, estupendo, pero si estás solo, merece la pena sentarse ante una caña a contemplar el magnífico espectáculo que suponer ver pasar la vida por delante.

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El bar de la esquina, Sabina.

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