Harto ya de estar harto» de las sangrientas locuras que se vienen cometiendo recién en Tierra Santa, cualquiera lo diría hoy, así como de la infecta caterva de analfabetos (Juan Eslava me asista) que están llevando a España «al borde del precipicio», he decidido poner ... tierra 'non sancta' de por medio. Ahí voy.
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«Prefiero la peripecia vital de un hombre a toda una filosofía», dijo Umbral. Yo también, mire usted. Esa es la razón por la que mi único acercamiento a la materia haya sido a través de la biografía de dos filósofos, Julián Marías y Salvador Pániker. Pues bien, da la casualidad de que ambos estudiaron los dos bachilleratos de antaño: el de ciencias y el de letras. Julián Marías iba para químico y el otro, cuando alguien se le ponía chulito, le preguntaba por la conjetura de Poincaré: «Para que vuelvas», le diría. Tal vez por eso los únicos filósofos que me merecen respeto son aquellos que han sido hombres de ciencia: Descartes, Pascal et al. Los demás no me interesan nada, lo que se dice nada, salvo para quedar bien en las tertulias: «Yo soy yo y mis circunstancias» y todo eso. Oiga, que no fui yo el que dijo que «la filosofía ha muerto»: fue Stephen Hawking, el genio plegable, que dijera el gran Manuel Alcántara.
Digo todo esto, porque una vez más se ha cumplido la indecente tradición, a saber: grandes honores periodísticos a la farándula, con perdón, dejando en la trastienda a los portentos de la ciencia. No seré yo el que ponga en duda que Meryl Streep es una mujer excepcional, capaz de hacer de fea, muy fea, en una película, y de mujer bella, muy bella en otra, y cantar y bailar como ella lo hace, y más si aparece junto al gran Antonio Banderas, persona buena e inteligente (por ese orden) donde las haya. Dicho lo cual, ¿alguien me puede decir quiénes son, y por qué, los galardonados con el premio de Investigación Científica y Técnica? Pues sepan ustedes que los descubrimientos de estos señores tendrán en el inmediato futuro una inmensa repercusión en las ciencias médicas, o sea, en la mejoría y/o curación de muchas enfermedades. Al tiempo.
¿Que quién tiene la culpa de todo esto? Para no herir susceptibilidades, les pondré un ejemplo. En mis tiempos mozos, cuando yo acudía a los Cursos de Verano de El Escorial, una mañana, de la parte derecha del aula se oyó la voz de un alumno, francés para más señas, que dijo que era licenciado en Física, pero que quería dedicarse también al periodismo. El que quiera entender que entienda.
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Y hablando de la farándula. He empezado este escrito con un verso de Serrat: «Harto ya de estar harto»; y después he escrito una cosa de Sabina: «Al borde del precipicio» («Tiramisú de Limón»). Pues bien, si al año que viene no le es concedido el Premio de Asturias que tanto se merecen, me presentó en Oviedo con la recortá, so cegatos.
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