
El aljibe que no es aljibe
Están catalogados en Badajoz unos cien aljibes, varios de ellos en la Alcazaba
Alberto González
Cronista oficial de Badajoz
Viernes, 28 de marzo 2025, 23:24
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Alberto González
Cronista oficial de Badajoz
Viernes, 28 de marzo 2025, 23:24
Un par de reportajes en este periódico han actualizado una interesante obra de nuestra ciudad prácticamente ignorada y que muy pocos han visto: el aljibe ... de la Alcazaba. Una construcción hasta ahora no conocida así, sino como depósito de agua o casa de las aguas, cuyas proporciones son muy superiores a las habituales de un aljibe, como ahora se le ha dado en llamar. También erradamente, se le ha atribuido origen árabe o medieval. Pero ni pertenece a esas épocas, ni es exactamente un aljibe, aunque sirva para almacenar agua.
La diferencia entre ambas obras es que mientras el aljibe o cisterna se llena aleatoriamente con agua de lluvia o manantial, el depósito se llena de modo controlado mediante mecanismos externos. Y el pozo, de sus manantíos. Aunque existieron muchos más, en la actualidad están catalogados en Badajoz unos cien aljibes de diversos tipos, varios también en la Alcazaba.
De ellos y los aguadores callejeros se surtió la población hasta que a mediados del siglo XIX el aumento de consumo obligó a recurrir a medios industriales.
En Badajoz el proceso se inició en 1865, cuando la sociedad 'Aguas del Gévora' propuso al ayuntamiento prestar el servicio, oferta que pese a su necesidad topó con las habituales trabas burocráticas y políticas por parte de todas las administraciones.
En 1881 el proyecto quedó finalmente concluido. La presa de la Peña del Águila en Villar del Rey suministraba el agua, y el canal de Gévora la llevaba a Badajoz; se depuraba en la Casa de Máquinas de Cuatro Caminos; por el puente de Palmas se bombeaba hasta el Campo de la Cruz, y por las calles Santa Lucía, Santa Ana, plaza de la Soledad, San Pedro Alcántara y Puerta del Capitel, a la cisterna de la Alcazaba, desde la que, por gravedad, se distribuía a la población.
El depósito es una obra semisubterránea excavada en la roca tras el Museo Arqueológico, sobre la que se alza un sencillo edificio para casa del guarda y los mecanismos de funcionamiento. Mide 43 por 26 metros –unos 1.100 metros cuadrados de planta– y 7 de altura, con muros impermeables de cemento hidráulico y estuco. Está dividido en dos zonas gemelas de treinta arcos de medio punto sobre pilares cuadrados de granito, dispuestos en seis crujías abovedadas, que separa un paso superior. Restando macizos constructivos arroja una capacidad aproximada de 6.000 metros cúbicos (seis millones de litros) volumen que en su época aseguraba el suministro de la ciudad, calculado en millón y medio de litros al día, durante varios meses.
Tras quedar sin uso en 2004, sustituido por las nuevas instalaciones de la Luneta, se pensó destinarlo a Centro de Interpretación, que es lo que siempre se propone cuando no se sabe qué hacer con un monumento. Pero al final se ha impuesto el buen criterio de destinarlo a ampliar el Museo Arqueológico.
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