Por guerras, catástrofes o calamidades, edificios y barrios enteros en ruina y deshabitados se suceden en Badajoz a lo largo del tiempo. Situación que por ... otras urgencias o negligencia no se afrontaba de modo decidido, lo que hizo que con frecuencia la ciudad presentara un aspecto desolador. Como en el siglo XIII tras las luchas entre portugaleses y bejaranos.
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En 1370, hallándose la ciudad despoblada por las guerras con Portugal, ante la inacción del concejo, un vecino, a iniciativa propia luego respaldada por aquél, asumió por su cuenta revitalizarla. Por pregón público se requirió a los dueños de los edificios asolados que los repararan y ocuparan antes de seis meses, y de no hacerlo se entregarían en propiedad a otros vecinos. El plan funcionó, y a principios del siglo XV Badajoz era una ciudad renacida y pujante.
La devastación y reconstrucción de la ciudad con medidas resolutivas semejantes se repite posteriormente en numerosas ocasiones.
Las ordenanzas municipales de 1767, fecha en que Badajoz se encontraba de nuevo arrasado, son igual de contundentes. Tras varias advertencias para que las casas se pongan «en estado que cómodamente puedan habitarse», el ayuntamiento acuerda denunciar al dueño que no lo hiciera. A las que se estaban en ruina se daba plazo de cuatro meses «más o menos, según la calidad de la fábrica, para que se repare o construya de nuevo», con apercibimiento de que, «si pasado ese plazo no lo hubiese hecho será destituido de su propiedad, que se otorgará a cualquiera dispuesto a hacerlo, con exención de los censos, hipotecas o tributos que tuviere pendiente». La medida resultó eficaz de nuevo.
Tras sucesivas normas de igual tenor, las ordenanzas municipales de 1849, redactadas por Valentín Falcato en tiempos del alcalde Cayetano Rodríguez, repiten las de 1767 para rehacer la ciudad, que tras su asolamiento durante la Guerra de la Independencia presentaba aún numerosos edificios en ruina y zonas destruidas. El resultado fue igualmente efectivo.
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Ni las circunstancias ni los presupuestos eran entonces mejor que ahora, pero sí la voluntad de afrontar la cuestión. Y sobre todo, no había burocracia que la entorpeciera.
Las ordenanzas de 1892, correspondientes a una etapa en que, frente al asolamiento anterior, la situación de la ciudad es de pujanza, no inciden ya en la reconstrucción, sino en la modernización, fijando el marco en que se levantan de nueva planta los edificios de gran arquitectura que aún definen el Badajoz antiguo.
En nuestro tiempo, el problema de las casas en ruina, degradación y despoblación del casco antiguo se agrava hace medio siglo. Y salvo apuntalar alguna en peligro extremo de derrumbe, y acciones de entidades privadas, como la Fundación Caja Badajoz, poco se ha hecho.
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Para encarar una situación que la dejadez de tantos años hace muy grave, solo ahora se ha creado un consorcio al que hay que desear el mejor acierto.
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