El área más crítica de un ayuntamiento es el urbanismo. Más que la económica. Los desafueros en esta –en Badajoz hay casos sonados– se pueden corregir. Pero en urbanismo, no. A ver quien quita el Cerro Gordo o recupera el Parque del Vivero. Como la ... incompetencia no está penada, lo que más políticos lleva al juzgado son la malversación y el urbanismo.
El urbanismo es lo que configura una ciudad. Bien gestionado la hace funcional, armónica y cómoda. Pero si se desmanda ocasiona daños irreparables. Por eso, con el urbanismo hay que tener mucho ojo.
En nuestra ciudad los ejemplos de mal urbanismo son numerosos. Algunos datan de cuando había que levantar viviendas como fuera, lo que propició actuaciones inadecuadas. Y otras muy acertadas, como los grupos de Santa Marina, José Antonio, Puente Nuevo o La Paz, porque no estuvieron condicionadas por los grandes males del urbanismo, que son la especulación y el afán de hacer obras de autor, y no según las necesidades reales y el sentido común. Las plazas de Minayo, Soledad, Cervantes, Santa María de la Cabeza, y muchas otras, así lo patentizan.
Aunque el mal mayor del urbanismo es la falta de idea global de ciudad. En este aspecto en Badajoz se ha ido siempre a trompicones, de mano de políticos y técnicos no siempre idóneos. Entre los muy buenos que en nuestra ciudad han abundado en distintas materias, pocos cabe recordar acertados en esta área. Uno/-a, llegó a afirmar que para ordenar la plaza de San Juan lo que estorbaba, por estar mal situada, era la catedral. Y luego puso unos postes.
Especialmente graves son los despropósitos del periodo 1960-1980. Como el derribo del baluarte de San Juan, puerta de Carros y otros monumentos; el plan para mudar de sitio la puerta del Pilar o la libertad dada a la especulación, causa de las aberraciones de Santa Marina Alta, Pardaleras y tantas otras zonas. Francisco Luján, Rafael Lucenqui y entorno, de calles angostas y oscuras con edificios de diez alturas, resulta inconcebible en tejidos de nueva traza, al igual que la colmatación entre Juan Sebastián Elcano y Virgen de Guadalupe con bloques mastodónticos de lóbregos pasadizos dispuestos para cumplir a capón las normas y lograr el máximo aprovechamiento. Y si se quiere entrar en polémica, se puede hablar del ordenamiento de las márgenes del Calamón y Rivillas.
Y así seguimos. Pues desde arrasar el parque de El Vivero para levantar una urbanización cutre, el sinsentido del Cerro Gordo, planear sin orden, tolerar obras ilegales que nadie se atreve a derribar, arrasar el Cerro del Viento, o acogotar la avenida de Elvas, los despropósitos no cesan. Los últimos, el del Campillo y el invento de la plataforma única eliminando aceras y limitando la circulación rodada, que acabará por desertizar el casco antiguo.
Por eso: ¡Cuidado con el urbanismo!
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