Entre las instalaciones que en el pasado poblaron las orillas del Guadiana, cuya presencia justificaba en parte la disposición de las pesqueras, destacaban las aceñas y molinos harineros, que por su número y función constituían el conjunto industrial más importante, quizá, de la ciudad. Los ... lagares de aceite y uva se localizaban intramuros, y los molinos de cubo en el campo.

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Sus propietarios solían ser nobles, particulares potentados, instituciones, el ayuntamiento, o la Iglesia, y los molineros, asalariados. Los de Badajoz molían para la ciudad y lugares del entorno. Muchos molinos eran también lugar de reunión de gente variopinta, beber vino, jugar a las cartas, cita con mujeres, y por su situación fronteriza, nido de contrabando y refugio de maleantes, por lo que en general no gozaban de buena fama.

Además de trigo molían cebada, avena, centeno, algarrobas, habas y otros productos. El trabajo se abonaba en maquila, dejando parte de la harina al molinero. Generalmente a cuarto, esto es, de cada cuatro sacos molidos, uno para el molinero.

Entre los más de treinta molinos de que tenemos constancia desde el siglo XVII, figuran los de Moscoso, frailes de San Agustín, Ballesteros, Aranda, Falcato, Gordillo, Hoces, del Río, San Juan; Molinete, la Santa, Telena, Madre Vieja, Molinetas de la Granadilla, Ordenandos, el Batán, Correntones, Cortijo de la Corchuela y Tortas Albas, frente al baluarte de San Vicente, y otras aceñas menores, más aguas abajo. Los de la Tarasca, Caballeros y los Mártires se situaban en los arroyos Rivillas y Calamón. Varios perduraron hasta el siglo XIX, cuando la fabricación de harina se industrializó. De algunos aún perduran restos.

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Por su carácter de servicio público y las argucias dolosas que se atribuían a los molineros, su trabajo estaba estrictamente regulado para garantizar la calidad del producto e impedir fraudes. Las ordenanzas de 1767 son durísimas contra ellos, a los que, por la experiencia de sus trapacerías tratan prácticamente como delincuentes.

Las normas y usos comunes de ambos lados de la raya con Portugal fijaban que los molineros faenaran descalzos, y prohibían tener acémilas y asnos en las dependencias de labor los días de molienda, ni perros, cerdos, gallinas, patos y otros animales. Pero obligaban a tener gatos (o gatas, como se especifica concretamente) para evitar la presencia de ratones. Y el compromiso de organizar una o dos corridas de toros al año a beneficio de los hospitales y centros asistenciales.

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En la actualidad, el Ayuntamiento tiene propósito de adquirir el molino de los Moscoso para rehabilitarlo y ponerlo en valor como pieza histórica de la arqueología industrial con valor antropológico.

NB. Varios seguidores de esta columna han echado en falta entre los nadadores del Guadiana citados en la última a Manolo Unión. No fue olvido, sino estar fuera de la época reflejada. Pero como Lolo, ganador de cien medallas, merece ser recordado, citado queda también.

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