Guerra a las palomas
El león y la columna ·
Alberto González
Cronista oficial de Badajoz
Sábado, 23 de noviembre 2024, 08:06
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El león y la columna ·
Alberto González
Cronista oficial de Badajoz
Sábado, 23 de noviembre 2024, 08:06
El Ayuntamiento ha declarado la guerra a las palomas. No es la primera vez. En los pasados años sesenta ya lo hizo talando los árboles de la plaza de San Juan en que, junto con miles de gorriones, anidaban, excrementando sobre los veladores.
Las causas ... que justifican ahora la campaña son que deterioran las fachadas, ensucian calles y portales, suponen un riesgo para la salud y emporcan a los viandantes. Una concejala afirma que «corrompen todo lo que tocan». La decisión es oportuna, pues sus daños y molestias eran crecientes. Es de esperar que los ecologistas y buenistas no se opongan a la operación. De momento, ya han logrado que el tradicional tiro de pichón, ahora se llame tiro al vuelo.
Ante la actuación contra las palomas es de reseñar que con los palomos la actitud es diferente, pues lejos de belicosa resulta acogedora hasta el extremo de abrirles la ciudad y ofrecer todas las facilidades para que ejerciten libremente sus revoloteos callejeros. Una discriminación que quizá no guste a los sectores feministas.
La situación denota la evolución de los hábitos colombófilos, pues si otrora la paloma era ave pasajera que no se detenía en las poblaciones, hoy se establece en ellas de modo invasivo.
Las silvestres o torcaces, más robustas, que en la actualidad pueblan las ciudades, antes vivían en los árboles y las peñas. Y las domésticas o zuritas, en palomares caseros o comunes. Hoy, todas en nuestras casas. Variedad muy prolífica que últimamente suele anidar en despachos, es el palomo ladrón.
Además de para deporte y pasatiempo, que en Badajoz tuvo palomeros tan acreditados como Curro Morales, Manolo Chocolate, Juanito Márquez o Miguel Celdrán, la paloma es útil como alimento y por su excremento –la palomina– estiércol muy apreciado como abono cuya venta reporta notables beneficios; aunque otros prefieren su cría como comestible o diversión.
En el pasado, tanto en campo como en población los palomares permanecían cerrados en época de sementera para proteger el grano, y su caza estaba muy regulada. Las domésticas podían abatirse a más de mil varas del palomar, y a menor distancia fuera del pueblo, tirando de espaldas al mismo.
En la mesa, el pichón de paloma doméstica, y sobre todo el palomino de la brava, era preferido a la gallina, pavo y otras aves. Como mejor que las lentejas del viernes o salpicón, duelos y quebrantos del sábado, es el que Don Quijote tomaba los domingos.
Ojala la campaña municipal termine con el incordio que tanta paloma, palomo y palomino desmandado ocasiona.
En cuanto a alguno de sus hábitos, en aforismo que mantiene toda la vigencia en nuestros días, el Diccionario de Autoridades de 1737 establece: «Que el palomo no bese públicamente a la paloma, sino que en mal hora se metan en sus nidos, que estas no son muestras de amor, sino de boba deshonestidad».
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