La vida está llena de comienzos. De principios que, por pura semántica, implican ese final que solemos relegar con la emoción del cambio.
Publicidad
Y es ... que uno tiende a pensar que todos los inicios son bellos. Una invitación de futuro. Una promesa de mejora o una posibilidad de enmienda. La página en blanco que la vida se encargará de ensuciar y ese juguete nuevo a punto de perder el envoltorio.
Hasta cuando añoramos el pasado hay una suerte de pureza en los comienzos.
Comienzos inexorables, como el que cada año nos trae el calendario para recordarnos que, con o sin nosotros, enero siempre volverá y el mundo más tarde estrenará primavera. Y alguien celebrará el año nuevo como si el instante que separa un guarismo del siguiente fuese a proporcionarnos aquello que el anterior nos negó.
Comienzos sociales. Como el del primer trabajo, cuando uno se transforma en mano de obra, servidor del reloj, número social y adulto, todo a la vez, y que, en una sociedad con un paro juvenil endémico como la nuestra y con sueldos que apenas garantizan la dignidad, es difícil lograr y no siempre merecedor de ser celebrado. O el de ese último empleo, esquivo, que muchos no logran iniciar cuando se ven parados con las manos llenas de canas y callos en el corazón.
Publicidad
Hay comienzos que parecen huirnos. Como empezar una vida en una morada propia. Ese día, en un hogar aún vacío, en el que empiezas a pintar con la mente la distribución de los muebles, tu lugar al acabar el día y el rincón donde los besos sabrán más dulces. Inicio que, en un país donde la vivienda representa casi el primer problema nacional, se ha transformado en un sueño para muchos y una pesadilla para demasiados.
Hay comienzos que inician un final. Como estrenar un amor convencida de que te ofrecerá la vida, pero que en 2024 representó la muerte para 47 mujeres.
Y también hay un comienzo vital que demasiadas veces no llega ni a iniciarse. Una huida de la miseria que el viaje se encarga de frenar. Una llegada hostil a lo que se soñó como paraíso. Hay comienzos que no comienzan porque la muerte no les deja empezar. Como el de los 30 emigrantes que cada día del pasado año el mar se fue cobrando.
Publicidad
La vida está llena de finales que, per se, pertenecen al pasado. A lo que ya no se puede cambiar. A lo imposible de ser mejorado. Sin embargo, aunque también comiencen las guerras o las pestes, es bello pensar en comenzar.
Por eso, hoy al rasgar los papeles que envuelven nuestro año virgen cerremos los ojos y deseemos que contenga sabiduría, belleza y tranquilidad. Que los Magos nos hayan traído templanza para afrontar la fealdad del mundo sin derrumbarnos y que hayan olvidado dejarnos el carbón del enfrentamiento.
Publicidad
Y salgamos a la calle a estrenarlo, cual juguete nuevo, como niños, con pasos limpios, ojos alegres y levedad en el corazón.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.