
Neurólogos, sociólogos, filólogos y otros -ólogos no terminan de ponerse de acuerdo en si es el lenguaje el que genera pensamiento o si son nuestros ... pensamientos los que cargan de sentido al lenguaje. Ejemplo de este juego de gallina-huevismo, la Fundación del Español Urgente selecciona cada año aquellas palabras más utilizadas sin que lleguemos a saber si fueron ellas los que nos condicionaron o si habremos sido los usuarios quienes las hayamos modelado a nuestra imagen y semejanza.
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Sea como quiera, los términos que definen un año podrían configurar un tratado de intrahistoria bastante más interesante que esos tochos académicos sobre reyes, reinas y otras especies en histórica extinción.
Así, los 'intrahistoriadores' del futuro, si acaso analizan este 2024 basándose en sus palabras 'fetiche', llegarán a la conclusión de que este ha sido un año calamitoso, sazonado de malos rollos y tristeza.
Y es que, a palabras tan perversas como narcolancha –no, no es la famosa foto de un capo del narco y un político en bañador– se unen otras como mena, cuyo uso destila el drama de la emigración en unas siglas para evitar el término «menor», es decir, niño, jugándose la vida huyendo de la miseria y sobreviviendo a nuestra hostilidad.
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O alucinación que, aunque suene a tiempos idílicos de droga y psicodelia, se refiere a algo infinitamente más pernicioso: la capacidad de la inteligencia artificial de inventarse, ella solita, información errónea, concebida en unos circuitos programados por una élite que conoce nuestros gustos, temores y hasta nuestra talla de ropa interior.
Fango que, a fuerza de ser invocado como sinónimo de vilipendio o degradación, se materializó en esa dana –palabra del año– de la que poco queda por decir.
Gordofobia, una de tantas paradojas generadas por esta sociedad que investiga para vivir más años, pero esconde a sus viejos, que se empeña en viajar por placer, pero inventa la aerofobia y que nos bombardea con comida basura mientras encuentra repugnantes las lorzas. El día que se ponga de moda la 'tontofobia' no vamos a encontrar a nadie con quien hablar.
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Pellet o Woke que, en origen, no serían negativas si no fuese porque la primera se usó, mayormente, por unos vertidos en las playas gallegas y la segunda, nacida como «estar alerta contra la injusticia», califica despectivamente a una creciente progresía de salón.
Inquiokupa si un inquilino se niega a abandonar el, quizás, micropiso que su dueño quiere encarecer debido, posiblemente, a la turistificación de algunos barrios. Pisos que, últimamente, también padecen la reduflación consistente no solo en comercializar tres patatas menos en cada bolsa sino en ser fragmentados para cobrar lo mismo ahora por una habitación que antes por la casa entera.
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Un año en doce palabras que retratan las excrecencias del mundo que nos ha tocado. Ojalá el año que viene cambiemos fango por petricor, gordofobia por limerencia o mena por bonhomía. Ojalá una iridiscencia infinita en un universo melífluo lleno de nefelibatos inmarcesibles.
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