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Ante la momia de Lenin
La calma del encinar

Ante la momia de Lenin

Viernes, 26 de enero 2024, 23:00

Bajo una lluvia cansina, una veintena de extremeños hacíamos cola, prieta la fila, en la Plaza Roja de Moscú, para ver el cadáver momificado de Lenin. La previsión más optimista era de una hora, antes de subir la escalinata y al paso, sin detener la ... fila, ver a la deidad comunista. Muy lejos, posiblemente a más de un kilómetro de distancia, uno encendió un cigarrillo que, antes de la primera calada, un gigantón uniformado le apagó casi en la cara de un manotazo. La guía-intérprete, que nos conducía como rebaño, se acercó al osado y lo increpó en voz baja, muy airada: «¡Un respeto, no se puede fumar ni hablar en la fila para ver el cadáver del padre camarada!». En la cola muchas recién casadas, de blanco, soportaban la llovizna para ofrecer el ramo nupcial a la momia y alumnos de alguna academia militar, uniformados de gala para la ocasión, avanzaban firmes, en perfecto orden, mirada al frente, en silencio. Al llegar, seis escalones nos dejaban en una plataforma y desde ella, a la izquierda, ligeramente inclinada, estaba la momia, con los ojos cerrados e iluminada por una luz tenue que no dejaba ver los detalles. Al paso, no se podía bracear ni parar, solo mirar y seguir. ¿Momia, careta o un molde de escayola? Solo daba tiempo para una breve mirada y seguir hasta la salida en la que, fuera de la fila, uno se sentía liberado.

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