¿Qué ha pasado hoy, 22 de febrero, en Extremadura?

La economía tiene ínfulas de ciencia exacta, pero resulta más útil la psicología que las matemáticas para explicarla. Cierto que modelos matemáticos han sido utilizados ... por bancos y agencias de calificación crediticia para justificar la toma de riesgos. Así fue en las tres décadas de desregulación económica que precedieron a la crisis de 2007-2008. Jorge Pérez Ramírez cuenta en su ensayo 'Vidas paralelas: la banca y el riesgo a través de la historia' que esos modelos «hechizaron a un amplio colectivo de la comunidad financiera, incluidos los reguladores y supervisores bancarios».

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Pérez sabe bien de lo que habla porque fue jefe de Normativa Contable del Banco de España, puesto desde el que alertó de que el folleto de salida a Bolsa de Bankia era «una contradicción absoluta con los estados financieros», porque el deterioro del banco era ya «una evidencia». Así lo declaró en mayo de 2019 durante el juicio del 'caso Bankia'. Dos meses después, fue despedido de forma disciplinaria, un despido declarado improcedente por la justicia.

Dichos modelos se basan en la hipótesis de que los inversores y consumidores se comportan de manera racional. Pero el Crac de 1929 ya evidenció el fuerte peso en las decisiones económicas de eso que Keynes llamó los «espíritus animales», es decir, las emociones que influyen en el comportamiento humano y afectan a nuestra confianza. Según el economista británico, «gran parte de nuestras actividades positivas dependen más del optimismo espontáneo que de una expectativa matemática».

Eso sí, tanto la falta como el exceso de confianza acaban en depresión. La desconfianza contrae el gasto de consumidores e inversores y, como consecuencia, la actividad. Y el exceso de confianza los incita a correr demasiados riesgos, a endeudarse más de la cuenta, lo que infla burbujas que estallan cuando cunde la desconfianza, generando recesión.

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Para prevenir esos efectos perniciosos, son necesarios estrictos controles y severos castigos para los responsables de las crisis por asumir riesgos temerarios. Es lo que ha pedido el presidente de EE UU, Joe Biden, tras la quiebra de Silicon Valley Bank y otras entidades, lo que ha desatado el pánico a un nuevo colapso global como el de 2007. Tras este, las autoridades europeas y estadounidenses endurecieron las regulaciones financieras para evitar que ocurriera otro desastre similar. Mas Trump relajó controles y leyes. Y de aquellos polvos, estos lodos.

No obstante, a juicio de Pérez, además de disponer de buenas leyes y exigir que se apliquen, al intervenir la naturaleza humana, el criterio de responsabilidad personal y no institucional debería ser contemplado. En su informe, publicado en 2011, la comisión del Congreso americano que investigó la crisis de 2007 concluye que esta «fue el resultado de la acción y de la inacción humana», pues «los magnates de las finanzas y los funcionarios públicos –encargados de vigilarlos– ignoraron las advertencias y dejaron de cuestionar, comprender y controlar los riesgos».

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De resultas, como advierte el recientemente fallecido Jorge Edwards en 'La seriedad del humor' ('El País', 30 de septiembre de 2008), «el problema de gobernar consiste en conocer la naturaleza humana y actuar para controlarla, encauzarla, llevarla por caminos decentes, de solidaridad, de justicia, de progreso auténtico. Porque si usted coloca a un gato en una carnicería, no puede pedirle que se abstenga de comer la carne».

Confiemos en que la historia no se repita, aunque, según Pérez, «sin duda la historia no se repite, pero parece que son algunas personas las que repiten la historia».

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