¿Qué ha pasado hoy, 7 de febrero, en Extremadura?

Días después de que Pedro Sánchez, disfrazado de Kissinger, visitara Italia y mostrará «sintonía», hasta en temas tan sensibles como la inmigración, con Giorgia Meloni, la amiga italiana de Vox, esta declaró el estado de emergencia nacional migratorio durante los próximos seis meses, con un ... doble fin: agilizar la expulsión de simpapeles y dificultar su rescate en alta mar y su desembarco en las costas del país transalpino.

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Meloni enseña por fin la patita de loba gris tras mostrarse cual cordera después de ganar las elecciones. Con todo, no hace sino cumplir con una de sus promesas electorales y bandera de la ultraderecha allende y aquende el Atlántico. Para ello, no ha dudado en poner a prueba las costuras de la democracia italiana al echar mano de una medida legal pero excepcional, el estado de emergencia –reservada para afrontar situaciones coyunturales como catástrofes naturales o una pandemia–, para gestionar un problema estructural como es la inmigración irregular. La lideresa italiana gozará así de poderes extraordinarios y podrá tomar medidas sin control del Parlamento.

No obstante, Meloni busca un tercer objetivo con este golpe en la mesa presidencial: presionar a la Unión Europea para que dé una respuesta solidaria a un problema migratorio que no es solo italiano sino comunitario. Y ahí tiene razón, pues la UE se ha limitado a vadear la cuestión con parches y pagos a gendarmes de dudosa fiabilidad como Turquía, Marruecos o Libia. Sin embargo, el consenso europeo en este espinoso asunto se prevé harto complicado, dado que mientras países como España proponen centrarse más en ayudar a los países de origen de la migración, otros como Italia insisten en la necesidad de reforzar más las fronteras. A Sánchez le tocará lidiar con esta patata caliente durante la presidencia española de la Unión, en el segundo semestre del año. Y quizás nadie mejor para ello como él, un camaleón capaz de acoger con los brazos abiertos a las personas rescatadas por el 'Aquarius' en esa fosa común en que se ha convertido el Mediterráneo, y, por otro lado, devolver en caliente al amigo marroquí a miles de migrantes nada más cruzar las vallas de Ceuta y Melilla; o capaz de estrechar, sin perder la compostura ni la sonrisa, la mano derecha a Meloni, mientras con la izquierda agita el espantajo del miedo a la llegada de la ultraderecha a la Moncloa.

Mas no se puede poner puertas al campo. Ni los muros ni la llegada al poder de la extrema derecha disuadirán de jugarse la vida para alcanzar el paraíso perdido a la marabunta de desesperados que huyen de la guerra, el terror, la tiranía o el hambre. Porque, para ellos, ya nada puede ser peor que el infierno que dejan atrás.

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Además, la supervivencia de nuestro cada vez más viejo continente pasa por regular y favorecer procesos migratorios para mantener la actividad económica y rejuvenecer la población, como advierte Antonio Garrigues Walker (Ethic, 8 de enero de 2020). Esa es la verdadera emergencia migratoria. Frente a los discursos xenófobos de la extrema derecha que alertan de una invasión de los bárbaros, el prestigioso jurista recuerda que la historia de la humanidad es la historia de las migraciones, claves en el desarrollo de nuestra sociedad. Por ello, insta a «afrontar este tema sin miedos ni reservas» y a que seamos «generosos, solidarios y humanos con personas que necesitan y merecen nuestro apoyo; entre otras cosas, porque nos van a ayudar a la sostenibilidad y al crecimiento de nuestros países».

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