Así hemos narrado la manita del Barça al Valencia

El asesinato a puñaladas de Mateo, un niño de 11 años, en Mocejón fue aprovechado miserablemente por los «sembradores de odio» de extrema derecha –como los ha calificado certeramente la delegada del Gobierno en Castilla-La Mancha, Milagros Tolón– para desatar el miedo a los ... extranjeros, al atribuir, a través de las redes sociales y sin pruebas, el crimen a menores africanos que llegaron a inicios de mes a la localidad toledana.

Publicidad

Valga como inmundo botón de muestra este supuesto entrecomillado pronunciado por los vecinos de Mocejón publicado en X, entre otras falacias racistas del estilo, por el incendiario eurodiputado Alvise Pérez, una suerte de Éric Zemmour hispano: «El pasado lunes 5 de agosto llegaron al pueblo 50 africanos en un autobús que los dejó en el Hotel Pattaya. Somos menos de 5.000 personas y vivíamos tranquilos. Ahora hay violaciones, robos y el asesinato de este niño de 10 años». Sin embargo, pocas horas después del luctuoso suceso, esos infames bulos fueron desmentidos al ser detenido el asesino confeso, un joven español de 20 años con discapacidad psíquica que pasaba unos días con su padre y su abuela.

Víctima de los ataques xenófobos arrojados en los vertederos de X o Telegram ha sido incluso el portavoz de la familia del pequeño Mateo, su primo Asell Sánchez, que ha recibido amenazas de muerte y ha sido acusado de tener «las manos manchadas» por haber publicado fotos de su trabajo como voluntario en África. Antes de que se detuviera al presunto agresor, Asell Sánchez había pedido el pasado lunes que no se criminalizase a nadie «por la etnia, por la raza, por el color, por su creencia» y que se dejara trabajar a la Guardia Civil.

Mas justo eso, criminalizar a los extranjeros, es lo que hace el tal Alvise, Vox y los de su ralea nacionalpopulista porque les resulta rentable electoralmente. Estos pescadores de almas de cántaro y almas en pena saben que, a río revuelto, ganan ellos. Saben que el miedo al otro, al extraño, al foráneo es una emoción atávica que trasciende las ideologías, por lo que, arteramente catalizado y canalizado, genera el caos social del que emergen estos falsos mesías para imponer un nuevo orden.

Publicidad

A propósito de cómo se ponen en marcha estas estrategias polarizadoras y guerracivilistas utilizando las redes sociales y cómo combatirlas, valiéndose de las mismas armas, nos ilustra la más que recomendable serie francesa 'La fiebre', ideada por Éric Benzekri, cocreador de 'Baron noir', la serie política de culto que tanto fascinó a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

El título de 'La fiebre' alude a una cita, lamentablemente de rabiosa actualidad, de 'El mundo de ayer: memorias de un europeo' en la que su autor, Stefan Zweig, describe el estado de ánimo de la sociedad europea en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial: «Poco a poco se hizo imposible intercambiar una palabra razonable con nadie; los más pacíficos y bondadosos estaban intoxicados por los vapores de la sangre, y amigos que siempre había conocido como decididos individualistas se habían transformado de la noche a la mañana en fanáticos patriotas. Todas las conversaciones terminaban en groseras acusaciones, así que solo quedaba una cosa por hacer: encerrarse en uno mismo y guardar silencio mientras durara la fiebre».

Publicidad

Y es que al igual que el asesinato del archiduque Francisco Fernando detonó la Gran Guerra en 1914, un escándalo o suceso trágico maquiavélicamente manipulado puede prender hoy en día la chispa de la violencia desenfrenada.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.

Publicidad