El ataque sorpresa de Hamás sobre Israel, respondido por el Gobierno ultra de Netanyahu con una aplicación desproporcionada de la ley del talión, y los recientes atentados yihadistas en Francia y Bélgica han sido aprovechados por Vox para relanzar su mensaje del miedo hacia los ... migrantes indocumentados en general y los musulmanes en particular.

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El partido de ultraderecha ha presentado en el Congreso una proposición que pide discriminar a los inmigrantes «procedentes de países de cultura islámica», lo que, según los juristas, es inconstitucional, pues vulnera el artículo 16 de nuestra Carta Magna, que consagra el derecho a la libertad religiosa.

Además, los de Abascal rechazan la acogida de migrantes llegados a Canarias en cayucos. Su espurio argumento es que «ponen en riesgo la convivencia, el bienestar y, lo que es más grave, la seguridad» de los ciudadanos españoles, como ha argüido el vocero de Vox en Extremadura, Ángel Pelayo Gordillo, tras ofrecer el alcalde de Mérida, el socialista Antonio Rodríguez Osuna, al Gobierno el albergue municipal para asistir a 200. El PSOE extremeño denunciará en los tribunales a Gordillo por un delito de odio. Mas, respaldado por su caudillo nacional, el líder regional de Vox ha replicado al más puro estilo Trump: «Sus denuncias son nuestras medallas, no nos vamos a dejar amedrentar ni vamos a retractarnos porque tenemos razón».

Asimismo, se ha viralizado estos días por WhatsApp un bulo que advierte que España ha elevado su nivel de alerta antiterrorista a 5, el máximo. El Ministerio de Interior ha acordado esta semana reforzar las medidas de seguridad, pero mantiene el nivel 4, que no ha cambiado desde 2015.

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Todo esto no parece casual sino causal. Huele que apesta a campaña para generar un clima de inseguridad que justifique la xenofobia contra los migrantes, sobre todo, islámicos. Una campaña que retrotrae a tiempos oscuros de cruzadas, pogromos, puños en alto y esvásticas. Una campaña a la que no ayudan a contrarrestar declaraciones alarmistas como las de Feijóo en las que instaba a los ciudadanos a que «estén alerta de manera responsable». Una campaña que criminaliza a los migrantes en situación irregular tachándolos de ilegales, tratándolos como sospechosos habituales solo por sus orígenes y creencias, cuando los verdaderos criminales son quienes los han obligado a abandonar sus países para buscarse un futuro, esos occidentalitos que colonizan y expolian sus ricas tierras sureñas con la complicidad untuosa de gerifaltes y vasallos locales.

¿Qué haríamos nosotros en su lugar? Es una pregunta que ni nos planteamos en nuestra confortable sociedad de consumo, pues nos inmunizan contra la empatía de forma paulatina desde la cuna. Como bien explicó Meryl Streep al recoger el Premio Princesa de Asturias de las Artes, «cuando nacemos nos identificamos con los demás, sentimos empatía y una humanidad compartida porosa (...), pero a medida que crecemos, nos ponemos a reprimir esos sentimientos y a suprimirlos para el resto de nuestras vidas; a suplantarlos a favor de la autoprotección o de una ideología, y a sospechar y desconfiar de los motivos de los demás. Así llegamos a este triste momento de la historia». Un momento del que solo podremos salir con «el don de la empatía», porque, como subrayó la actriz estadounidense, es «una forma radical de acercamiento y diplomacia en este nuestro mundo cada vez más hostil y volátil».

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