BBVA quiere poseer el Banco Sabadell por las buenas o por las malas. Dos veces lo ha intentado por las buenas y ha recibido calabazas. Ahora lo hará por las malas, con una OPA (oferta pública de adquisición) hostil que ha soliviantado a casi todos, ... en especial al Gobierno.

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El ministro de Economía, el extremeño Carlos Cuerpo, justifica su rechazo a esa fusión por absorción, «tanto en la forma como en el fondo», en que «introduce efectos lesivos potenciales en el sistema financiero español» y supondría un «incremento en el nivel de concentración que podría tener un impacto negativo en el empleo y en la prestación de servicios financieros, y un riesgo potencial adicional a la estabilidad financiera», amén de que «afectaría también a la cohesión territorial».

En plata, la operación provocaría más despidos en ambos bancos y más cierres de oficinas, lo que iría en detrimento sobre todo de la España rural o vaciada, contribuyendo aún más a su despoblación, y también de nuestros mayores, los más analfabetos digitalmente, pues serían más los obligados a hacer por vías telemáticas sus gestiones bancarias. Para más inri, crearía una entidad sistémica, es decir, demasiado grande para dejarla caer, porque su derrumbe tendría un efecto dominó en todo el sistema financiero. Es decir, en caso de apuros, como los que sufrió el sector durante la crisis que estalló en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, el nuevo megabanco se garantizaría el rescate público, como Bankia, que acabó engullida por CaixaBank en 2010. Por ende, estaría tentado de asumir un mayor riesgo moral.

Pero lo peor es que concentraría aún más un sector ya demasiado concentrado, pues quedarían en España tan solo nueve de las 55 entidades que había en 2009, cuando, auspiciado por las autoridades financieras, se inició un proceso de fusiones que laminó la cajas de ahorro. De resultas, el sector bancario español está 'de facto' en manos de un oligopolio (como el energético o el de telecomunicaciones), pues tres grupos concentran el 62% del mercado nacional, porcentaje que ascendería al 70% con la fusión de BBVA y Sabadell. «Nos convertiríamos en el segundo país de la zona euro en términos de concentración, es decir, de menor competencia en el sector», ha advertido Cuerpo. El Banco de España ya ha alertado de que el actual nivel de concentración es una de las causas de la menor traslación de la subida de los tipos de interés a los depósitos bancarios que a las hipotecas, en perjuicio de los ahorradores.

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Además, la concentración aleja el poder, tanto económico como político, del ciudadano. Y cuanto más grande es el poder y más lejos está, más antepone el orden a la libertad, más se deshumaniza y más difícil es controlarlo. Pero el capitalismo tiene una obsesión por el tamaño; piensa que cuanto más grande es mejor. Mas también mayor es la caída. En 1973, el economista E. F. Schumacher advertía en 'Lo pequeño es hermoso' que «la economía del gigantismo y la automatización es un remanente de las condiciones y del pensamiento del siglo XIX, totalmente incapaz de resolver los problemas de hoy». Por ello, consideraba que se necesitaba un sistema totalmente nuevo de pensamiento «basado en la atención a la gente y no a las mercancías» y que podría resumirse en la frase «producción por las masas en lugar de producción masiva». Sin embargo, 50 años después tenemos una economía cada más automatizada y concentrada que se basa no en la atención a la gente, sino en capturar su atención.

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