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Desde el aciago pasado jueves, no dejo de hacerme la misma pregunta: ¿qué pudo empujar a un chaval de 17 años de Badajoz, al parecer ... ejemplar, a matar a navajazos a su madre, al parecer también ejemplar, y a su perro? Como decía el sacerdote que ofició el funeral por la víctima, la maestra Carmen Tejero, «no cesan las preguntas que siguen sin respuesta».
Todo adolescente es un náufrago a la deriva en busca de una brújula en medio de un océano de dudas. Todo lo vive con extrema intensidad, tanto el deleite como el sufrimiento. Para él no hay término medio. Es apasionado, veleidoso y egocéntrico. Por todo ello, su equilibrio emocional es quebradizo. No obstante, la salud mental de nuestros púberes lleva años empeorando, desde antes de la pandemia de covid, aunque esta aceleró ese deterioro.
Más de un tercio de los españoles padecen algún trastorno mental, según el último Informe del Sistema Nacional de Salud, de 2022. La ansiedad, los trastornos del sueño y la depresión son los problemas más frecuentes y se agudizan entre los jóvenes. El estudio 'La situación de la salud mental en España', de la Confederación Salud Mental España y Fundación Mutua Madrileña, señala que las ideas o el intento de suicidio (31,8%) y las autolesiones (30,7%) se dan en mayor grado entre quienes tienen entre 18 y 24 años. Según Unicef, en todo el mundo, uno de cada siete chicos de 10 a 19 años tiene un problema de salud mental diagnosticado, y la mitad de los trastornos comienzan en torno a los 14, pero la mayoría no se detectan y, por tanto, no se tratan.
Son numerosos los factores que impactan en la salud mental de la juventud, entre ellos la escasez y precariedad del empleo juvenil, la discriminación, los abusos en la infancia, el 'bullying', la soledad no deseada, o las adicciones a drogas, apuestas o nuevas tecnologías como los móviles y videojuegos. Al respecto, Carlos Javier González Serrano, autor de 'Una filosofía de la resistencia', llama a fomentar en los jóvenes la atención a otros estímulos que no sean los que ofrecen la esfera digital, porque en ella «todo está supeditado a un rápido recorrido entre la aparición del deseo y su rápida satisfacción, y sabemos muy bien que en la vida no es así». Este profesor de Filosofía y Psicología explica que tiene cada vez más estudiantes a los que les cuesta aguantar los dos años de bachillerato porque les parece muchísimo. «Entonces lo que estamos creando son seres humanos frustrados», advierte.
Acaso el luctuoso suceso de Badajoz sea un síntoma exacerbado de un (primer) mundo que nos está volviendo locos. Un mundo regido por lo que González Serrano llama 'emoticracia', en la que «se mercadea con nuestras emociones de tal manera que nuestro deseo quede a expensas de las empresas y las instituciones políticas». Un mundo en el que cada vez más gente se siente como el Meursault de 'El extranjero' de Albert Camus. Un mundo que nos exhorta a ser felices y nos culpa si no lo somos. Un mundo que valora más el parecer y el tener que el ser. Un mundo revolucionado que hiperestimula y premia a los velocistas, a quienes recorren distancias cada vez más cortas y alcanzan metas más volátiles que volantes en tiempo récord. La consecuencia es que estamos construyendo una sociedad de cristal, de gente incapaz de adaptarse y sobreponerse a las adversidades, porque no ha entrenado, a la manera de los maratonianos, la resistencia y la resiliencia. El mítico atleta checo Emil Zátopek decía: «Si quieres correr, corre una milla; si quieres cambiar tu vida, corre un maratón».
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