Estamos a un tris de que tildar 'solo' sea de derechas (y no hacerlo, de 'wokes')», tuiteaba el pasado viernes Diego Areso, director de Arte de El País y amigo. Y acompañaba su tuit de la portada de ABC de ese día, en la que ... se veía, en grandes letras, la palabra 'sólo' con una enorme tilde. Junto a ella, el titular: «La RAE zanja la guerra de la tilde».
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El 9 de marzo, tras el «tormentoso pleno» de la Real Academia Española anunciado por el adalid del solotildismo, Arturo Pérez-Reverte, para aclarar –pues no quedó del todo claro, lo que generó una encendida controversia– lo acordado una semana antes, el director de la RAE, Santiago Muñoz Machado, salió a la palestra a explicar que se había ratificado «por unanimidad el acta del pleno anterior, en el que se cambiaba el texto de una norma que establece desde 2010 que no debe tildarse 'solo'». Las excepciones establecidas entonces, cuando haya riesgo de ambigüedad y el 'solo' adverbio pueda confundirse con el 'solo' adjetivo, «quizás no estaban todo lo claro posible», admitió. La novedad es que la posible ambigüedad de 'solo' queda «a juicio del que escribe». Así, 'de facto', la RAE está dando libertad para poner o no el signo diacrítico a 'solo' cuando es adverbio. De ahí el triunfalismo de los solotildistas. No obstante, los lexicógrafos opinan que la norma sigue igual. Conclusión: todos ganan y nadie pierde, como en política.
Y es que, como advertía mi amigo Diego en su tuit, esta, en palabras de Muñoz Machado, polémica menor pero antigua, esta «pelea entre creadores y científicos», se han convertido para no pocos en una batalla cultural e ideológica más, como si el solotildismo fuera un rasgo identitario, y más teniendo en cuenta que los propios solotildistas reconocen que sus razones son más sentimentales que gramaticales. Por eso, el debate tan enconado, sobre todo en las corralas digitales, en torno a esta cuestión lingüística me parece un síntoma más de la actual polarización y sentimentalización de la política y la sociedad.
Al igual que ha dicho Antonio Muñoz Molina, a mí, en principio, no me pareció bien el cambio de 2010, porque creo que la tilde diacrítica en 'solo' cuando es adverbio acaba con cualquier equívoco, pero obedecí la norma. Con todo, la última decisión de la guardiana de nuestra lengua me parece acertada, al dar libertad de criterio a quien escribe. Algo, lo de respetar la libertad de criterio, lo de ser tolerantes, en definitiva, que no es frecuente en estos tiempos maniqueos en que se nos empuja a alinearnos irracionalmente con uno de los dos bloques en liza en prácticamente cualquier ámbito (política, cultura, educación, religión, deporte…), no dejando espacio para los moderados en ese justo medio en el que Aristóteles veía la virtud entre dos extremos igual de perniciosos.
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George Orwell dijo: «Si la libertad significa algo, es el derecho a decirle a la gente lo que no quiere oír». Sin embargo, se ha impuesto hasta en las cosas más banales el concepto binario de lo político de Carl Schmitt, la distinción entre amigo y enemigo. Hoy o eres 'woke' o facha. La discrepancia es cancelada. Estamos regresando a un mundo en blanco y negro que creíamos superado, a uno de esos momentos claoroscuros en los que, como advirtió Antonio Gramsci, surgen los monstruos. Solo –en los dos sentidos, con y sin tilde– espero que no sea así.
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