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Tribuna

El descenso de las enfermedades cardiovasculares

La prevención de los factores de riesgo cardiovasculares y los conocimientos y tratamientos más eficaces, que se han ido instaurando a partir del último cuarto del siglo pasado y en lo que llevamos del actual, han sido determinantes en este cambio de tendencia

Antonio Merchán Herrera

Doctor en Medicina y Cirugía, jefe de servicio emérito de cardiología y exdirector médico del Hospital Universitario de Badajoz

Viernes, 28 de febrero 2025, 23:06

El pasado día de Nochebuena, este periódico tuvo la deferencia de publicarme un artículo de opinión titulado: '¿Deja de ser la ciencia una herramienta útil?', ... en el que me hacía eco de una opinión instaurada en algunos sectores de la sociedad actual por la que se duda de la utilidad de la ciencia para entender y resolver fenómenos que nos encontramos frecuentemente. Ponía como ejemplo las muy extendidas dudas o negaciones que se realizan sobre las vacunas, el cambio climático o la esfericidad de la tierra.

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En este modesto artículo me voy a apoyar en un hecho que ha pasado desapercibido en la mayoría de los medios de comunicación. Por primera vez en muchos años las enfermedades cardiovasculares han dejado de ser en 2023 la primera causa de mortalidad en España, ocupando este primer lugar los tumores, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Y esto es un hecho histórico que hay que remarcar.

Aunque la diferencia entre ambas enfermedades es muy pequeña (solo del 0,1%, 26,6% frente a un 26,5%, respectivamente), y a la espera que estos buenos datos se confirmen a lo largo de los próximos años la transcendencia de este hecho es enorme, porque el puesto de primera causa de mortalidad de las enfermedades cardiovasculares ha sido una constante durante muchísimos años en nuestro país, así como en los de nuestro entorno.

Y este cruce de enfermedades no ha sido por un aumento en la mortalidad por tumores, como se postula en algunas tertulias habituales, sino que es consecuencia del gran descenso que se ha producido en la mortalidad por causas cardiovasculares.

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La medicina basada en la evidencia, por la que se considera cierto solo aquello que está refrendado por estudios científicos rigurosamente diseñados y evaluados, ha sido el artífice de este satisfactorio suceso.La prevención de los factores de riesgo cardiovasculares y los conocimientos y tratamientos más eficaces, que se han ido instaurando a partir del último cuarto del siglo pasado y en lo que llevamos del actual, han sido determinantes en este cambio de tendencia.

Recientemente se han publicado los resultados en cerdos (animal grande más parecido biológicamente al humano) en los que se demuestra la utilidad de la administración en el árbol vascular de nanopartículas con macrófagos capaces de disolver las placas de aterosclerosis coronarias que son la causa inicial de los temidos infartos de miocardio.

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En el caso de las vacunas, por entrar en terrenos más concretos, estas, junto a las medidas de higiene y salud pública (que también se han instaurado con el aval de la ciencia), ha supuesto la disminución y en algún caso la erradicación de algunas enfermedades infecciosas (no olvidemos que fueron, con diferencia, la primera causa de mortalidad durante varios siglos). Por tanto, no podemos negar o dudar una evidencia tan clara que no resiste ningún análisis intelectualmente serio y está induciendo, directa o indirectamente, a retrotraernos varios siglos atrás y aceptar las consecuencias de mortalidad y enfermedades que de ello se deriva.

Por cierto, que la introducción del ARN en la composición de las últimas vacunas de la reciente pandemia, además de demostrar una eficacia alrededor del 90% (superior a la de otras vacunas habituales), se está utilizando actualmente para combatir a ciertos tumores con resultados bastante prometedores, por lo que debe ser una tecnología punta que, no solo no hay que combatir, sino que hay que apoyar y reforzar.

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Otras ciencias, como la meteorológica, tan en boga actualmente por las recientes desgracias ocurridas en Valencia, también tiene que echar mano de otros modelos para poder acotar el grado de incertidumbre que existe en estos sucesos.

Con la incertidumbre nos encontramos continuamente los seres humanos en nuestro día a día y es muy importante aprender a manejarla para tomar las decisiones oportunas. Los médicos, estamos habituados a enfrentarnos con ella y con el auxilio de la ciencia estadística diferenciar los hechos derivados del proceso estudiado de lo que es solamente consecuencia del azar.

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No obstante, ojo con hacer caso y creer que porque un estudio esté firmado por un médico es una certeza absoluta (en el caso de las vacunas ha habido alguno que así lo ha afirmado), del mismo modo que tampoco podemos levantar grandes expectativas ante un descubrimiento impactante que está en fase de estudio. Es preciso que otros estudios, que usen la misma metodología, los refrenden y puedan asegurar sus afirmaciones.

En definitiva, no cuestionemos continuamente las apreciaciones y recomendaciones de la ciencia y que esta, con sus vaivenes, siga su curso, sin incidir permanentemente en sus fundamentos.

Pero siempre midiendo los resultados como hemos podido comprobar con el descenso de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares que presentábamos al comienzo de este artículo.

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