Apología de la ropa tendía

El alcalde ha querido envolverse en ella y terminar de sacar el estadista que lleva dentro, pero parte de su gobierno –y por descontado la oposición–, ha aprovechado que asomaba al fin la enseña de la ciudad para llenarla de piedras, hacerle un nudo y darle capones con la tela, a ser posible dejando marca.

Hace una semana tocaba ser cuñado y opinar sobre ese diseño de fondo carmesí salido de una comisión de expertos tras una presentación en la que parecía que amanecía una nueva era. Ahora toca hablar de los descartes, la bandera que preferimos, el elemento que cogeríamos de esta, cuál borraríamos de aquella, qué color mola, dónde la raya y por qué no más larga y más gruesa. Alguien pretende que los pacenses entremos como un novillo de Zalduendo al señuelo, a ver si se nos olvidan otras cosas.

Puestos a especular sobre qué nos representa abramos la consulta popular que sugiere Podemos y terminemos de dispersarnos. No conseguiríamos ni fijar las reglas mínimas y lo sabes. Por cierto, ¿la bandera o el bandero? Pregunto a mi compañera por qué no hay expertas en esa comisión y contesta que ellas tienen cosas que hacer.

«Las banderas son la degradación del color», decía de joven Robe Iniesta, el cual aún deja claro en las entrevistas que, después de los maderos, lo siguiente que menos le gusta es la gente con banderas. Cuánto fan repentino del músico de Plasencia en el mes de julio en la Alcazaba y qué pronto se olvida, si es que alguna vez lo supieron, que para el líder de Extremoduro la bandera de su casa es la ropa tendía.