En los diálogos de 'Memorias de África' hay una frase de Denys Finch Hatton muy significativa: «No hay nada malo en arriesgarse si quien paga es uno mismo», y no lo digo por las declaraciones de Trujillo, lo traigo a colación del decreto del aprovechamiento ... de recursos minerales de litio en Extremadura y su justificación.
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No he tenido a mi lado, como el ínclito zascandil, a Jordi Sevilla para enseñarme economía en dos tardes, a cambio, mi insignificancia me evita mayores responsabilidades. Como diría mi amigo Antonio, «lo que yo diga que no valga».
En ‘Economía en una lección’, de Henry Hazlitt, resalta el autor que sobre la economía recaen más sofismas que sobre cualquier otra disciplina a causa de la presencia de intereses. Hazlytt reduce la totalidad de la economía a una lección única: «El arte de la economía consiste en considerar los efectos más remotos de cualquier acto o política y no meramente sus consecuencias inmediatas; en calcular las repercusiones de tal política no sobre un grupo, sino sobre todos los sectores».
Tras la Gran Depresión había «centenares de normas y prácticas sindicales encaminadas a hacer ineludibles la intervención de mayor número de obreros en determinada tarea, dilatar su realización durante el mayor tiempo posible o simplemente obligar a los empresarios a mantener empleos inútiles, que se toleran e incluso aprueban gracias a la conclusión que a este respecto reina en la mentalidad pública». Y recuerda que Corwin D Edwards citaba innumerables ejemplos de tales prácticas, así en Nueva York se llegó a prohibir la instalación de equipo eléctrico que estuviese fabricado fuera del Estado; en Houston, los fontaneros titulados y el sindicato acordaron que la tubería prefabricada para la instalación sería colocada por los obreros de la unión sindical solo en el caso de que se suprimiera uno de los extremos roscados, para ser roscada nuevamente en la obra; delegaciones locales del sindicato de pintores impusieron restricciones al uso de pistolas para pintar, en muchos casos destinadas meramente a proporcionar trabajo, aun a cambio de exigir el más lento proceso de aplicar la pintura a brocha; cada camión que entrase en la zona metropolitana de Nueva York debería llevar un conductor local, además del propio conductor del vehículo… Partiendo de sofismas es difícil aceptar que el progreso ha significado la reducción del número de empleados, sí, pero el crecimiento de la riqueza ha permitido eliminar el trabajo de los niños, liberar de la necesidad de trabajar a personas de edad avanzada o que la proporción de la población que precisa trabajar para subsistir es mucho menor. La cosa no deja de ser complicada y me pregunto cómo acertar entre aranceles, nimbys y yimbis para poner puertas al campo.
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