A finales de la década de los 70 y principios de los 80 se pusieron sobre la mesa varios proyectos de regadíos, todos en la provincia de Cáceres, que finalmente no se llevaron a cabo o se desarrolló solo en una pequeña parte. Nos referimos ... a Valdecañas o Campo Arañuelo, Ribera de Fresnedosa y Valle del Ambroz. También en tierras cacereñas y en zonas de la provincia de Badajoz, adyacentes, se quiso desarrollar el faraónico proyecto de los regadíos de la zona centro de Extremadura, que también se logró reconducir.
El «ecologismo no radical», es decir, los conservacionistas de aquellos felices años, logramos paralizar la puesta en marcha de estos regadíos con fuertes argumentos técnicos, mediante informes elaborados por especialistas en ciencias ambientales y economía. Las razones eran claras y poderosas: en todos los casos se pretendían regar suelos pobres no aptos para cultivos intensivos, con unos costes que excedían las teóricas ganancias de los agricultores y con una catástrofe medioambiental sin precedentes en Extremadura: se hubieran arrancado millones de encinas y alcornoques, alterando de forma irremediable y sin posibilidad de aplicar medidas correctoras el hábitat de muchas especies animales y vegetales en peligro de extinción y condenando los suelos a una desertificación sin vuelta atrás que hubiera causado un impacto social y económico de grandes proporciones.
Fondenex siempre basa sus opiniones en estudios científicos y no actúa con criterios políticos ni con aseveraciones populistas. Es muy fácil prometer regadíos, y más con la dramática situación actual del campo, pero lo que de verdad hay que decir a los agricultores (y ganaderos) es que para implantar unos cultivos intensivos se necesitan varias condiciones: suelos aptos (informe de edafólogos, geólogos e ingenieros agrónomos); disponibilidad suficiente de agua y capacidad de su reparto (informe de ingenieros de caminos e industriales); demostración de rentabilidad del proyecto (informe de economistas) y una correcta evaluación de impacto ambiental, realizada por zoólogos, botánicos, ecólogos e ingenieros de montes.
Por lo tanto, nuevos regadíos, sí… pero en tierras aptas, con rentabilidad demostrada, agua excedentaria y con un cumplimiento escrupuloso de la legislación de la Unión Europea en materia de protección de hábitats naturales, pues de lo contrario nuestra región podría ser sancionada y retiradas ayudas muy importantes para el desarrollo agroganadero y forestal del mundo rural.
Por último, la evolución hídrica en Extremadura en los últimos años no es como para sentirse optimistas para implantar nuevos cultivos intensivos, estando los embalses en un estado lamentable y con previsiones de lluvias no halagüeñas, precisamente. ¿Cuánto tardarán en llenarse los embalses de Cíjara, La Serena, Orellana, Alange o Valdecañas? Lamentable es también el estado de la red de canales y acequias, con pérdidas de agua que rebasan cualquier cifra razonable, que requiere una actuación prioritaria.
El agua es un bien escaso, que tiene como primer destinatario el consumo humano. Nuevos regadíos, pues sí, pero una vez asegurado todo el año el abastecimiento a las poblaciones. Nuevos regadíos, sí, pero una vez asegurada el agua para nuestro ganado, extensivo e intensivo. Nuevos regadíos, sí, pero asegurando primero poder regar los ya existentes, que no siempre se puede hacer. Nuevos regadíos, sí, pero con una condición 'sine qua non': con agua excedentaria. Si no, mejor es estarse quietos.
Aplíquese todo lo dicho anteriormente a dos proyectos que están de actualidad: Monterrubio y Tierra de Barros, y que cada cual saque las conclusiones oportunas. Fondenex cree que en el primer caso se vuelve a caer en errores del pasado: no hay suficiente agua, las balsas se han construido en plena dehesa, con graves alteraciones del arbolado, del suelo y hasta de restos arqueológicos, siendo la rentabilidad más que dudosa, por no decir, negativa: 25.000 euros de inversión por hectárea.
En el segundo, si de verdad va a ser un riego de apoyo a cultivos de viñedos y olivos ya existentes, si de verdad se va a utilizar agua excedente del embalse de Alange (825 hectómetros cúbicos) y del de Villalba (106), en total, 43,30 hectómetros cúbicos, si de verdad se va a conservar los caudales ecológicos de ríos tan importantes para la fauna como el Matachel… al realizarse la transformación agraria en un medio ya muy humanizado y alterado, con ayudas de la Unión Europea, se pueden mejorar las condiciones de vida de los sufridos agricultores, pues el mundo rural bien merece un esfuerzo de todos y que todos cedamos algo en nuestras posturas.
Conclusión: no a nuevos regadíos intensivos; sí a riegos de apoyo en zonas de secano; no a la construcción de nuevos embalses o balsas en áreas de valor ecológico; sí a al arreglo y mejora de la red de conducciones hidráulicas existentes; no a técnicas agrarias obsoletas, contaminantes y derrochadoras de energía; sí a la implantación de técnicas sostenibles en la agricultura, y a la obtención de productos con buenas perspectivas de mercado.
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