Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». Esa gente pequeña son numerosos padres y madres que viven en diferentes localidades de nuestra región, padres y madres que, aunque han leído mucho sobre educación, se han encontrado con la cruda ... realidad de que la tarea de educar hijos es, además de agotadora, una fuente constante de conflictos porque la tarea de guiar se hace muy compleja cuando los hijos tienen a mano tantos caminos por los que les gustaría transitar.
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Los teléfonos móviles han llegado a las familias alterando la convivencia, poniendo a prueba nuestro talento como educadores. Los móviles se han colado en casa y hacen creer a los hijos que sus móviles son su reino, y así nuestras casas se han convertido en reinos de taifas; y en una casa con tantos reinos pues termina pasando lo de 'Juego de Tronos', que terminas peleando hasta con los que creía aliados en la tarea de educar.
Todos estos padres y madres, por un lado, se sienten desterrados del trono de la autoridad, incapaces, y lo que es peor, se sienten incompetentes para poder gobernar la casa; y por otro lado, se muestran asustados por los peligros que acechan a sus hijos (pornografía, acoso, ludopatía, aislamiento, etc.) y, paralizados por eso que llamamos 'presión social', miran hacia otro lado. Ante esta situación de malestar empiezan a alzarse voces pidiendo una solución. Al grito de que se prohíban los móviles para los menores, los autodesterrados padres y madres de la autoridad familiar sueñan con una revolución que les devuelva el control.
Prohibir, lo que se dice prohibir, creo que no vale para nada, y, sin embargo, sí creo en las cosas pequeñas que hacemos los padres: educar.
¿Y si viéramos en los móviles una oportunidad más para educar?
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Como padres, en primer lugar, debemos preguntarnos por qué tenemos tan claro que nuestros hijos no deben de beber alcohol con 12 años y, sin embargo, no tenemos tan claro los riesgos que los teléfonos móviles pueden presentar. Solo los padres y madres que conocen los riesgos que presentan los móviles, pueden educar a sus hijos para que se sepan enfrentar a esos riesgos.
Padres y madres necesitan información real, basada en evidencias y no en meras suposiciones sobre el impacto de los móviles en la vida de sus hijos y en la suya propia. Creo que, desde los centros educativos, especialmente desde las asociaciones de madres y padres, se puede prestar una gran labor de información y formación a todos esos padres que están paralizados porque no saben realmente como actuar.
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En segundo lugar, en vez de preguntarte a qué edad debe mi hijo tener un móvil, deberías preguntarte: con la edad que tiene nuestro hijo, ¿cómo debemos enseñarle el buen uso de los teléfonos móviles? No es la edad, es el para qué lo puede utilizar, el cómo lo puede utilizar y cuánto tiempo, para utilizarlo de una manera positiva y segura.
Y es primordial partir de este planteamiento: un menor no es dueño nunca de un móvil. El móvil es una herramienta propiedad de sus padres que le van permitiendo utilizarlo de manera progresiva regulando cuándo y cuánto lo pueden utilizar.
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No, no podemos esperar que el Gobierno nos resuelva este problema; al Gobierno le tenemos que pedir, exigir, una legislación que vele por la seguridad de sus ciudadanos y especialmente de los más vulnerables: los menores.
No podemos esperar que los centros educativos resuelvan este problema. En todo caso tendremos que colaborar con los centros educativos para que los móviles no sean una interferencia en los procesos de aprendizaje. Si los centros regulan el uso del móvil, colabora con ellos.
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Hagamos una cosa pequeña. Cada uno en su casa debe comenzar a tomar el control del cuándo y el cuánto, y prepárate porque tus hijos no te van a gritar «olé mi madre, olé mi padre que me están educando». Te van a montar un 'pollo' que no veas porque durante mucho tiempo les hemos dado el control de los móviles para que nos dejen tranquilos.
Este es el inicio de la revolución que comienza por tu casa. Una casa y luego otra, son dos casas. Una clase y otra clase son dos clases. Un ampa y otra ampa; una calle y otra calle; un barrio y otro barrio; un pueblo y otro pueblo. Cuantos más padres estén educando en el buen uso de los móviles, menos presión social.
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Educar es la respuesta, y educar es incómodo a menudo, pero no podemos dejar a nuestros hijos sin herramientas para saber cómo deben actuar frente a los riesgos del mal uso de los móviles.
Padres y madres que confían en ellos, la gente pequeña, en lugares pequeños, que hacen cosas pequeñas que pueden cambiar el mundo, haciendo que el mundo que rodea a nuestros hijos sea un lugar seguro para crecer.
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