
Lo que nos quedará
Carmen Clara Balmaseda
Jueves, 3 de abril 2025, 07:42
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Carmen Clara Balmaseda
Jueves, 3 de abril 2025, 07:42
Una de las cosas que más me han llamado la atención desde que trabajo como docente de secundaria es la frecuencia con la que se ... cancelan actividades extraescolares por falta de alumnado inscrito en las mismas. Todos los años, el problema es el mismo: los alumnos no quieren ir a las excursiones que se proponen.
No hace mucho (o eso quiero creer) yo también ocupé uno de los pupitres en los que ahora se sientan ellos. Por aquel entonces, un viaje de estudios suponía un acontecimiento insólito. La posibilidad de escapar del instituto una semana, un día, unas horas. Lo que fuera. Era una oportunidad de enfrentarse junto a los amigos a un mundo desconocido, de sentirse libres. Ahora eso ha cambiado. La noticia se recibe entre mohines de hastío, lamentos y quejumbrosos «¿dónde?», «¿cuándo?» Y, sobre todo, «¿cuánto?». Tras sopesar las distintas variables, para la mayoría sale más a cuenta quedarse en casa mientras son otros los que se van de viaje.
Será que los años maquillan la memoria para que idealicemos el pasado, pero esta realidad me resulta especialmente dolorosa porque muchos de mis recuerdos más emocionantes surgieron a partir de las excursiones que realicé en el instituto: la primera vez que viajé en avión, los nervios antes de entrar en el Bernabéu en un partido de Copa del Rey, las vistas desde el pico del Teide o la noche cayendo sobre el Anfiteatro Flavio.
¿Qué recuerdo guardarán las nuevas generaciones de su adolescencia en secundaria o bachillerato? Las horas tomando apuntes en el aula, los exámenes, la selectividad y las mañanas que pudieron dormir hasta tarde mientras otros iban de excursión. Supongo que muchos estudiantes se justificarán pensando que hay tiempo de sobra en la vida para adquirir estas experiencias que un día les ofrecimos y decidieron rechazar. Pero yo, que cada curso por estas fechas leo con mis alumnos a Jorge Manrique y recuerdo cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, no soy tan optimista.
Ellos quizá son demasiado jóvenes para pensar así, pero ¿y los demás? ¿Acaso no es este un problema que se está extendiendo también entre adultos? Cada día más aficionados al confort de lo rutinario; cada vez más reticentes a gastar el dinero, cuando lo tenemos, en algo que no sea el terraceo del domingo o 'smartphones' de último modelo. A este paso, la mayoría de nuestras memorias serán las generadas a través de la pantalla.
No quisiera yo menospreciar la recomendación de la UE de aprovisionarnos con el 'kit' de supervivencia; pero quizá, como he oído en más de una ocasión, antes de prepararnos para la guerra o la muerte, deberíamos prepararnos para la vida. Salir a ver las peonías o los cerezos en flor. Comprar una entrada para ese concierto o ese partido al que nos encantaría asistir. Viajar, leer, amar, vivir. No hagan ustedes acopio de víveres, hagan acopio de momentos, de recuerdos, de vivencias. Será lo único que nos quede al final de la vida, a todo lo demás se lo llevará el tiempo.
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