Llevaba unos días de capa caída. Y no era para menos porque que salga el ministro de la Seguridad Social, me señale con el dedo y me diga: «Te toca pagar el marrón de las pensiones» te desencaja el ánimo. Hasta ese momento yo era ... lo de siempre, uno más entre la multitud y temía, lógicamente, que la reforma de las pensiones me acabara dando un sartenazo, pero desde que Escrivá dijo que el principal problema futuro de las pensiones es que al sistema se le echa encima en apenas unos años las jubilaciones de la llamada 'baby boom', a la que pertenecemos una legión de ciudadanos, ya no temo un sartenazo, sino una estocada entre las agujas. Y sufrida, además, en silencio, porque cuando iba a replicar al ministro preguntándole qué he hecho yo, aparte de cotizar cada mes, para comerme el marrón de los dispendios que ha habido durante años con las pensiones cuando ya se sabía que esta situación era cuestión de tiempo, Escrivá se me adelanta y me hace el chantaje emocional de decirme que espera de mí el gesto de no hacer recaer mi pensión en un esfuerzo suplementario de mis hijos.
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En esas estaba, cuando una entrevista el domingo en HOY tuvo la virtud de quitarme de la cabeza el áspero asunto de las pensiones. Se la hacía Cristina Núñez a Javier Pérez, profesor de Anatomía, Biología Celular y Zoología de la Facultad de Veterinaria de la UEx, que presentaba su libro 'Resarcir a Eva. Historias sobre la evolución'. El titular era: «Hay que resarcir a la mujer por cargar con el castigo de la evolución». El titular me pareció muy sugerente porque nunca me había planteado la hipótesis de que la evolución sea un castigo, quizá porque yo tenía la idea de que ser un manojo de aminoácidos o incluso una ameba era menos que ser lo que soy. Pero el profesor Pérez me sembró la duda de que ser una ameba, frente a un 'homo sapiens sapiens', puede tener su punto.
Con todo, sé que no iban por ahí los tiros. Yo creo que el profesor Pérez da la evolución por buena, es decir, no la considera un castigo en sí (que yo me lo pudiera plantear es pura divagación dominical). Lo que el profesor defiende es que la evolución ha sido injusta con las mujeres porque ellas, y no los hombres, paren. Parir es una maldición de la que los hombres se salvan y, aunque se salvan sin participación de su voluntad porque se es biológicamente hombre o mujer antes de que seamos conscientes de ello y actuemos en consecuencia, de algún modo somos culpables porque lo cierto es que alguien tiene que 'resarcir a Eva'. No puede ser Eva la que se resarza a sí misma, así que forzosamente tiene que ser Adán quien lo haga.
Que me perdone el profesor, pero su idea me pareció, digamos, un poco 'veterinaria'. Soy hombre, no puedo parir, pero por lo que me cuentan las mujeres que conozco y que han parido sé que parir duele muchísimo, pero también que significa bastante más que el dolor; de hecho, hay mujeres que reinciden. Hablan de cosas tan misteriosas y que, cuando me las explican, me dan tanta envidia de no poder sentirlas que, ahora que lo dice este profesor, me voy a empezar a sentir castigado por la evolución.
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