Bob Dylan tiene un secreto que no conocemos. Por eso lo buscamos desde hace casi setenta años, generación tras generación, sin fronteras de edades ni ... de países. Podemos encontrarlo en todas partes: autor de más de 600 canciones, promotor de una gira que dura ya casi cuatro décadas, inspirador de numerosos libros sobre su vida y obra, protagonista de películas de directores como Scorsese, escritor brillante de un primer tomo de memorias que debía tener dos continuaciones y de las que no se ha vuelto a saber, hoja de ruta de gigantes como Simon y Garfunkel, Van Morrison, los Beatles o Springsteen. Cuando ninguno de ellos había empezado Dylan ya estaba allí, y ahora que algunos se baten en retirada él sigue como si nada. Ha superado las muertes de los suyos, las coyunturas sociales y temporales, las de su propia vida. Y a pesar de estar en todas partes, a veces parece no estar en ninguna: huye del público y de la prensa, de su vida solo sabemos lo que cuenta y de eso tampoco distinguimos lo que es verdad de lo que no, solo se presenta en sus conciertos, no opina de actualidad ni de política, y en lo creativo tan pronto desaparece como da un paso adelante o experimenta con lo que nadie se atreve y a continuación se pone a versionar canciones de toda la vida. Los que entienden dicen que el de sus canciones es el único rastro adecuado para seguirle entre los muchos que deja para sembrar caos y confusión. Le dan igual las modas, las ha observado desde la distancia, ha adoptado o plagiado lo que le ha interesado, ha pasado él mismo de moda y se ha vuelto a poner. A eso se le llama pasar por encima de las modas y lo ha hecho varias veces, la última muestra la película 'Un completo desconocido' que está en nuestros cines desde principios de mes. En esta película genial, donde lo interpreta solventemente un actor por el que muchos no sentimos lo que se dice simpatía, se ve a grandes rasgos el talento poliédrico que define al personaje: saber contar historias en un lenguaje propio, recogido de la calle y de la tradición, saqueadas a conciencia cuando ha sido necesario; saber estar en el lugar adecuado en el momento exacto y repetir la jugada varias veces, huir de la fama y sus tentaciones para no quedarse anclado en su propia parodia, y en resumen contrariar una y otra vez las predicciones sobre lo que se espera de él, escurridizo siempre, cruzando las calles vacías y pisando con sus botas los charcos de nuestro tiempo. Así lo divisamos en la lejanía, y eso que muchos no nos consideramos fanáticos suyos, ni expertos en su vida y milagros, ni lo hemos visto en directo, o al menos no más veces de las justas y necesarias. Pero aquí estamos, expectantes ante una nueva aparición suya, mirando de soslayo su habilidad para deslumbrar y desaparecer, yendo a los cines no en masa pero sí fielmente, a la espera de que una nueva pista nos indique qué dirección tomar para llegar hasta él.
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