La entrega número 15 del inspector Mascarell de Jordi Sierra i Fabra que ya ha salido, la número 12 de Bevilacqua y Chamorro de Lorenzo Silva que está por venir, la nueva serie de Dolores Redondo... los Reyes Magos traen cola de lecturas para este ... año. Volveremos a encontrarnos con nuestras sagas favoritas. Habrá que vencer las ganas de encerrarnos con ellas hasta que pase el invierno.

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Toda obra de escritores que llevan tiempo en el paño, a veces no nos damos cuenta del trabajo que llevan. Las leemos casi como se decía de la prosa de Umbral, que era como la pólvora, y cuando el lector terminaba la línea la acción ya iba dos renglones más abajo.

Recuerdo leer en los periódicos las crónicas de hace unos años en la librería barcelonesa Negra y Criminal. Ya no existe la librería para que vayamos a visitarla con mi querido amigo Luis. En ella se hacían las presentaciones de mucha de esta gente del llamado género negro. ¡Ay ese empeño de etiquetar la literatura!

Creo que no llegó a conocerla el que fue padre de muchos de ellos, Manuel Vázquez Montalbán. Sí oficiaban de admirados maestros Juan Marsé o Francisco González Ledesma.

El responsable de la librería, Paco Camarasa, escribió un libro titulado Sangre en los estantes'. En él contaba anécdotas del establecimiento, sus usos y costumbres y muchos de sus habituales. Algunos no eran tan populares como ahora en España. Se me ocurre como ejemplo el cubano Leonardo Padura. Y el local tenía tal prédica a escala internacional que estrellas rutilantes venían a darle pátina hollywoodiana.

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Sin duda ayudaba el factor de estar ubicada en Barcelona, pero la Negra y Criminal también fue un espejo de la sociedad en un tiempo en que la literatura que tenía por bandera no estaba tan tolerada por algunas élites. Hay que evitar calificar situaciones de escritores como la de Juan Benet, que solo estuvo cerca del público cuando escribió 'El aire de un crimen', con la que se quedó a las puertas del Premio Planeta por una jugarreta de la editorial. O la de aquel otro intelectual de postín que reconocía que a la hora de la verdad las novelas policiales eran las únicas que no se le caían de las manos.

En el extranjero no debe de ser así, o no del todo al menos. Si no, no habríamos visto a Andrea Camilleri inspirarse en nuestro Montalbán para su comisario Montalbano, que dio pie a su autor para una treintena de novelas en sus últimos 25 años de vida. Camilleri empezó a escribir cuando ya había transcurrido la mitad de su vida, y eso que vivió casi un siglo. Se siguen reimprimiendo los casos de Montalbano. De hecho, tras el fallecimiento de Camilleri han aparecido más inéditos suyos, entre ellos varios de esa saga, que dio hasta para una serie que emitió aquí La 2 de Televisión Española.

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Fuera de estos gigantes esperan otros que ya son inmortales como en el caso de Simenon, cuyos viejos pequeños volúmenes siguen cayendo en quioscos o mercados de segunda mano.

Los rastros de sus pistas son también los de nuestra pasión, que no se detiene.

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