¿Qué ha pasado hoy, 14 de marzo, en Extremadura?

En 1923, el empresario Hermann Weil y su hijo Félix utilizaron parte de su inmensa fortuna amasada con el comercio mundial de grano para fundar ... el Instituto de Investigación Social, lo que décadas después se conocería como Escuela de Frankfurt. El hijo se había acercado a la teoría marxista y convenció al padre para que creara un centro de investigaciones con el objetivo de encontrar las causas de la desigualdad en el mundo. Aquella iniciativa se convirtió en la principal escuela de pensamiento del siglo XX, una nueva Atenas convocada en torno a la teoría crítica planteada por Horkheimer –director del Instituto desde 1930– y Adorno. Por Frankfurt, y posteriormente por Columbia, donde se trasladaron por la persecución nazi, pasaron Walter Benjamin, Herbert Marcuse, Erich Fromm o Jürgen Habermas. El sueño de los Weil de resolver el problema de la alineación se resolvió en una dirección imprevista: el origen de la desigualdad estaba en el sistema financiero –y su protección legal– que había enriquecido a los Weil y que había permitido el mecenazgo del Instituto de Investigación Social. La causa estaba en ellos mismos.

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Hace unas semanas visitó sus colonias la presidenta de la Comunidad de Madrid. Ayuso abrazó a Guardiola como en esos mosaicos colombinos que cuelgan de la estación de tren: Colón abrazando a sus indios, encantados por la que se les venía encima. Otros vieron en el abrazo una especie de rendición de Breda, pero me pregunto dónde ven el culo gigante del caballo. En Extremadura no hay algo parecido a la Escuela de Frankfurt, ni se la espera, aquí sólo llegará la fundación de Vargas Llosa exigiendo el diezmo a los santos inocentes para seguir con su nivel de vida de papel cuché. Pijos sin dinero que siempre encuentran a un lelo que les pague la ronda.

Siglos de abusos nos han inoculado un aprendizaje práctico y certero sobre técnicas de explotación. La pobreza de Extremadura es directamente proporcional a la riqueza de Madrid, ese agujero negro al que antes iban a parar rentistas y políticos y que, desde hace décadas, se ha convertido en un Saturno demográfico tragándose España. Su hambre es insaciable, azuzada por la mastodóntica administración del Estado que se confunde con la propia capital. «España es Madrid». Come tanto y tan descontroladamente que, una vez que ha digerido a las personas durante cuarenta años y sus jugos gástricos las han dejado baldadas, las vomita en trenes indecentes hasta asilos de Extremadura: «¿Aquí no se madruga?». No hace falta viajar a Frankfurt para comprender que la pobreza de Extremadura está en la riqueza de Madrid. Esto suena poco patriótico, la verdad, pues solemos tirar la piedra hacia otro lado, pero es que la patria, como comunidad imaginada, no se mueve en el registro de lo real. El triunfo de Madrid es haber puesto a todos los territorios a trabajar para sus propios intereses haciéndoles creer que es para su beneficio y el de toda España. Que pensemos como ellos y que les recibamos con abrazos. «Pase señorito, está todo en orden...».

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